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sábado, diciembre 21, 2024

Micah y los rarámuris

Hubo una vez un hombre blanco que, seducido por la leyenda de un pueblo de corredores, que cruzaban velozmente las montañas con sus huaraches de suela de llanta, llegó hasta la Sierra Tarahumara en busca del secreto de aquellos nativos que parecían tener alas en los pies. Y fue tal la magia, el misticismo y la profundidad que aquel hombre venido del norte encontró entre los rarámuris, su cultura, sus bosques y sus pies ligeros, que se quedó a vivir como uno más de ellos, y comenzó a correr entre los abruptos desfiladeros y valles salvajes de la Sierra Tarahumara, de Chihuahua.

Resultado de ese enamoramiento, el estadounidense Micah True fue bautizado por los indígenas mexicanos como Caballo Blanco, y en un afán de compartir con el mundo su nueva identidad, su cultura y su amor por la sierra Tarahumara, organizó en el año 2006 un ultramaratón, al que convocó a verdaderos mitos de carrera extrema, entre ellos Scott Jurek, que llegaron hasta Chihuahua para atravesar los cañones y montañas en una competencia que se volvería leyenda, y que daría pie al libro Nacidos para Correr, en el que el periodista estadounidense y corredor Christopher McDougall, narra la magia que nació en aquella experiencia.

Toda esa historia de enamoramientos y de pasión por correr viene, porque el pasado fin de semana se realizó la carrera Corre libre, en memoria a Caballo Blanco, un ultramaratón que inicia en Urique y recorre el Cañón de Batopilas, con la que se recuerda a ese gringo loco que vivió como uno más de ellos, y murió el 31 de marzo de 2012. Su cadáver fue encontrado en el Parque Nacional de Gila, entre Nuevo México y Arizona. La causa fue una cardiopatía típica de los corredores de largas distancias, precisamente mientras corría.

Cuando uno va a la Sierra Tarahumara, y tiene el privilegio de ver esos paisajes boscosos, esa cultura rarámuri que se mantiene viva, a pesar de la pobreza y el abandono, entiende por qué Micah decidió quedarse ahí. Claro que la Sierra que él conoció en los 80, hoy sigue siendo igual de majestuosa, pero hay algo que ha cambiado: la inseguridad en esa región ha aumentado por la violencia del narco que, como en la mayor parte del país, ha impuesto su ley de horror y muerte.

El último caso que revela cómo la violencia le roba su tranquilidad a la Tarahumara, fue el del asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, además del guía de turistas Pedro Heliodoro Palma, ocurrido el 21 de junio de 2022, adentro de una iglesia en Urique. Ese crimen, que conmocionó a México y al mundo, aún sigue impune, y el narco asesino, apodado El Chueco, apareció ejecutado en Sinaloa, sin que el gobierno haya hecho justicia.

Si hoy Caballo Blanco volviera a correr por esas barrancas, como lo siguen haciendo los rarámuris y otros corredores, tendría que cuidarse como lo hacen ellos de las balas del narco. La supervivencia va más allá de un premio en efectivo, ahora se juegan la vida ante la incompetencia y la complicidad de los gobiernos.

POR ROSSANA AYALA
AYALA.ROSS@GMAIL.COM
@AYALAROSS1

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