Casi 3 horas de su día le dedicó ayer el presidente López Obrador a un evento de las Fuerzas Armadas en el que se formalizó la creación de la nueva “Comandancia del Ejército Mexicano” que representa en los hechos una reforma de fondo en la organización castrense del país y una reestructuración de la Secretaría de la Defensa Nacional que busca, al mismo tiempo, responder a las nuevas realidades de geopolítica internacional, por el fin de la guerra de Afganistán con el retiro del último soldado estaunidense el próximo 31 de agosto, pero también procesar la segunda parte del sexenio lopezobradorista y lo que venga después del 2024 con la próxima sucesión presidencial.
La nueva visión de administración del Ejército nacional modifica el esquema del Primer Grupo del Ejército, creado en los tiempos del general Antonio Riviello Bazán, secretario de la Defensa en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y plante la creación, por primera vez en la historia de las fuerzas castrenses, de un “Estado Mayor Conjunto” del Ejército Mexicano, de la Fuerza Aérea Mexicana y de la Guardia Nacional, una vez que este cuerpo todavía civil, se incorpore a la Secretaría de la Defensa Nacional, tal y como lo ha anunciado el presidente López Obrador en una reforma constitucional que aún no es aprobada formalmente por el Congreso de la Unión, pero que ya dan por un hehco los militares del país.
Nunca existió en la historia de las fuerzas armandas mexicanas un “Estado Mayor Conjunto” con tanto poder y con tanta capacidad de organización, como el que tendrá la nueva “Comandancia del Ejército Mexicano”, que en los hechos significa todo un reajuste de personal, de estructura administrativa y hasta de doctrina militar en los sectores castrenses del país que, al mismo tiempo que libera al actual secretario de la Defensa, general Luis Crescencio Sandoval de al menos una de sus tres funciones históricas: la de ser al mismo tiempo “alto mando”, “secretario” y “comandante”, crea una nueva estructura de poder en el Ejército que estará a cargo del “Primer Comandante” de las Fuerzas Armadas.
Ese nombramiento recae, a partir de ayer, en la persona del general Eufemio Alberto Ibarra Flores, quien será el “primer comandante del Ejército mexicano”, a cargo de la coordinación del Ejército, la Fuerza Aérea y la Guardia Nacional, un militar que asume el segundo cargo de poder en la estructura militar del país. El general Ibarra Flores viene de ser el comandante de la IX Región Militar del país, con sede en Cumbres del Llano Largo, Guerrero, en las inmediaciones de Acapulco, una de las zonas de mayor infuencia de grupos del narcotráfico en el territorio nacional.
El general Eufemio Alberto fue nombrado en septiembre de 2020, ya en el actual gobierno de López Obrador, como jefe de la Región Militar guerrerense y es egresado del Colegio Militar, de donde se graduo como subteniente de Inantería en 1979. Es licenciado en Administración Militar por la Escuela Superior de Guerra (ESG) y tiene la Maestría en Administración Militar, Seguridad y Defensa Nacional que cursó en el Colegio de Defensa Nacional. Tiene más de 46 años de servicio en el Ejército y apenas el pasado 20 de noviembre de 2020 recibió del presiente López Obrador el reconocimiento a su trayectoria militar junto con otros miembros del Ejército mexicano.
Ayer el presidente López Obrador, además de atestiguar el cambio de fondo que se realizó en la estructura de mando y administrativa de la Secretaría de la Defensa Nacional, pasó revista a las tropas militares, abanderó a las tropas de la nueva Comandancia del Ejército mexicano y dio un discurso en el que destacó las aportaciones que han hecho los militares del Ejército y la Secretaría de Marina a la “transformación” que impulsa su gobierno en el país. “Sin el apoyo de las Fuerzas Armadas no hubieramos podido impulsar la transformación y no hubieramos podido atender la emergencia en la seguridad pública”, dijo el presidente que había prometido en campaña y todavía como presidente electo “regresar al Ejército a sus cuartéles y no meter a las Fuerzas Armandas a labores para las que no fueron creadas, como la seguridad pública del país”.
Dicen los expertos y estudiosos de la academia militar y la seguridad nacional que la administración militar siempre se planea a 20 o 30 años, pensando no en los ciclos políticos ni del poder, sino en las necesidades de planeación y estrategia de seguridad de un país que siempre se proyectan a futuro y tomando en cuenta variables que no tienen que ver con la política inmediata. Pero en esta reforma adminstrativa, pero también militar y estructural qu ayer formalizó la Defensa Nacional y atestiguó y validó el presidente López Obrador, lo que se está proyectando por parte de los sectores castrenses no es solo la segunda mitad del sexennio de López Obrador, sino también lo que pudiera venir después del 2024, con la llegada de un nuevo gobierno, sea o no de la 4T. Y pare eso se preparan las fuerzas armadas mexicanas con esta reestructura que lleva consideraciones administrativas y castreses, pero también cálculos políticos de las empoderadas fuerzas castrenses de México.
NOTAS INDISCRETAS…Entre condenas al “fracaso” que significó la conquista de México por parte de Hernán Cortés y su ejército de unos cuantos españoles y una mayoría de tlaxcaltecas y texcocanos que tomaron por asalto la antigua México-Tenochtitlán hace 500 años, el presidente López Obrador aprovechó el evento de la conmemoración del medio siglo de la caída del imperio Mexica para mandar toda clase de mensajes: desde los políticos y sucesorios, hasta los ocurrentes. En el último caso el mandatario nacional prometió que “nunca se repetirá una conquista como la de los españoles hace 500 años en el territorio mexicano”, como si él, al que solo le quedan tres años en el cargo, pudiera preveer y evitar lo que venga en el futuro para este país. Pero además, el ocurrente tabasqueño no se aguantó las ganas de jugar a la sucesión presidencial anticipada que él mismo inauguró y, tras la ceremonia en el Zócalo, frente a una pirámide de cartón, similar a la que instalará en 1933 el presiente Pascual Ortíz Rubio, apareció en una fotografía que, a querer o no, manda muchos mensajes que tienen que ver con la sucesión del 2024. En la plancha del Zócalo, en una imagen captada por la lente de los reporteos gráficos, aparece el presiedente con traje oscuro y caminando a su derecha su esposa Beatriz Gutíerrez Müeller de vestido negro hasta el cuello y collar de perlas, mientras que a la izquierda del presidente va Claudia Sheinbaum, de vestido rojo y reboso blanco, a un costado de ella una líder de los pueblos indios de Arizona y a su costado el canciller Marcelo Ebrard, que camina junto con el presidente pero a dos lugares de distancia del mandatario. Es decir, en la imagen captada por la lente de los fotografos en esa caminata por la plancha del zócalo, está fielmente retratado el momento de cómo va la sucesión presidencial adelantada que hace cosa de un mes decretó el presidente López Obrador: a su derecha su esposa e influyente voz en el gobierno, la controvertida Gutiérrez Müeller; a la izquierda cercana del presidente la jefa Sheinbaum a la que controla y gobierna al mismo tiempo que defiende e impulsa con miras a su sucesión; y un poco más allá, separado por otros grupos, el influyente y experimentado canciller Marcelo Ebrard, que a pesar de contar con la confianza y cercanía del presidente y de tener mucha más experiencia política y de gobierno, siempre estará más separado del afecto presidencial que la púpila Sheinbaum que sin tanta experiencia y sin mayor trayectoria política, tiene de su lado la cercanía y la lealtad incondicional del receloso y desconfiando inquilino del Palacio… A unos días de que se emita la convocatoria para elegir al próximo líder nacional del Sindicato de Trabajadores de la República Mexicana, la guerra sucia por parte de los discípulos del “retirado” líder Carlos Romero Deschamps está en marcha. Trabajadores que apoyan la candidatura de Fred Navarro a la dirigencia del gremio petrolero, informan a esta columna que están siendo blanco de llamadas telefónicas para intimidarlos, por persistir en su intención de respaldar a Navarro, ajeno al grupo romerista. En este espacio hemos dado cuenta que en el proceso de renovación de la dirigencia sindical, los herederos de Romero Deschamps no quieren perder los privilegios y las prebendas que disfrutaron durante décadas, a costa de los trabajadores, jubilados y pensionados de PEMEX. Hace unos días, el presidente López Obrador dijo que la elección de la nueva dirigencia debe ser resultado de un proceso democrático, y pidió que los aspirantes prioricen el bienestar de los trabajadores y no caer en las mismas prácticas del pasado. Sin embargo, todo parece indicar que el llamado presidencial no está encontrando eco en los grupos enquistados que dejó Romero Deschamps dentro del gremio petrolero…Se baten los dados y tocó Escalera. La semana se compuso.