Los medios de comunicación en México se han vuelto el “coco” de políticos autoritarios e intolerantes. Como si no bastara el clima de violencia e impunidad que ya padecen los periodistas en este país –122 reporteros asesinados del año 2000 a la fecha— se suman ahora expresiones desafortunadas de políticos y gobernantes que expresan un talante autoritario e intolerante a la crítica. De la “prensa fífí, alquilada y deshonesta” de Andrés Manuel López Obrador contra un diario que publicó las exigencias de transparencia en sus encuestas, hasta las acusaciones sin fundamento del panista Ricardo Anaya de que “El gobierno federal, a través de El Universal, miente para desprestigiarme”, hay el mismo tufo de intolerancia que quisiera ver a una prensa sumisa y callada, y que confunde la crítica y la investigación periodística con el golpeteo político.
Y por si fuera poco con esas expresiones preocupantes de líderes opositores, ahora es el mismo presidente de la República quien, con tono supuestamente comedido y respetuoso, se suma al intento de acallar voces críticas e incómodas denuncias desde la prensa y los medios de comunicación a los que –con el mismo autoritarismo, pero con eufemismos y pretendida candidez– les pide no hacer periodismo: “A los medios de comunicación, que ya no sé donde están pero de donde me estén grabando, les quiero pedir que si bien es cierto que recojan los testimonios, las necesidades, que hay entre la población, yo les quiero pedir de forma respetuosa a los medios de comunicación que se incorporen a esta labora de solidaridad, de sembrar mayor solidaridad, mayor conciencia de los daños y las afectaciones que hay en estas dos entidades, y más que volvernos señaladores o críticos de lo que falta, seamos parte todos de la solución”.
¿A qué se refiere el presidente cuando pide a los medios y periodistas desde la devastada Oaxaca, donde la gente está irritada y desesperada porque lo perdió todo con el sismo, que no sean “señaladores o críticos de lo que falta”? ¿Acaso Peña ignora que los medios también se suman al esfuerzo de la solidaridad con la tragedia difundiendo los llamados de ayuda, los centros de acopio, las cuentas bancarias y las historias de dolor de los afectados por desastres como estos?
Peña no quiere que los medios denuncien o publiquen que la gente está enojada o molesta, que hay lugares a los que, a pesar del esfuerzo gubernamental que nadie niega, la ayuda no llega de la manera en que debería a una semana de la tragedia. Quiere, pues, una prensa sumisa y callada, que sólo transmita imágenes de él y de su esposa –muy sonriente por cierto– repartiendo despensas y caminando unas horas por las casas derrumbadas; o de los gobernadores cuando reparten despensas o apoyos, pero no cuando reciben reclamos o gritos de “!fuera!” como los que le gritaron en Oaxaca a su secretario de Educación, Aurelio Nuño. Lo que Peña quiere, pues, es una prensa que transmita en color rosa: sólo lo bueno y bonito de la “solidaridad” del gobierno con los jodidos que lo perdieron todo.
Quiere que las coberturas de los medios en las zonas devastadas sean como sus bucólicos spots del V Informe, como el “país de las maravillas” producido por Pedro Torres.
Nos escandalizamos en México con las rabietas fascistas de Donald Trump y sus descalificaciones permanentes y ataques a los medios críticos de su país; de la forma en que llama “fake news” a toda información crítica que investiga o cuestiona a su gobierno o a su campaña. Nos asusta el gorila autoritario de Nicolás Maduro y su brutal censura y represión a los medios venezolanos, el acallamiento y encarcelamiento de líderes disidentes y opositores y hasta los intentos por acallar a la prensa internacional que documenta las masacres y los golpes de Estado del dictador venezolano; pero en México el clima para la prensa tampoco es ideal.
Porque aquí, nos guste o no reconocerlo, a la prensa y a los periodistas los están cazando y matando en varios estados por su trabajo, ante la indolencia, apatía e incapacidad de un Estado y un gobierno que, en todos sus niveles, no puede detener la ola de agresiones y asesinatos ni puede hacer justicia y castigar a los agresores y asesinos de la prensa.
Aquí jugamos al doble juego de la simulación; un juego en que los políticos y gobernantes, de todos los partidos, siempre se dicen “respetuosos y tolerantes” de la crítica y la libertad de expresión en sus discursos, que incluso pueden festejarla o reconocerla cuando se exhibe a los de enfrente; pero en cuánto se les toca a ellos con el pétalo de una crítica o una investigación periodística o con denuncias y reclamos de una sociedad enojada, entonces ya no son tan tolerantes y muestran su verdadero rostro autoritario, ya sea en forma de descalificaciones y adjetivos clasistas, en denuncias de supuestas conspiraciones políticas de los medios, o hasta en “llamados respetuosos” a no ejercer el periodismo.
Así es que, con todo respeto presidente y políticos de todos los partidos, vayan y…pídanle eso a sus serviles colaboradores o escribanos, pero no a la prensa libre y crítica.