El embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar, pasó de ser totalmente cercano a Palacio Nacional, a donde acudía al menos una vez por semana para ser recibido personalmente por el presidente López Obrador, a mantener una relación diplomática buena y que sigue siendo prioritaria, pero ya no tan cercana al mandatario mexicano, quien ya no lo recibe con la frecuencia con la que lo hacía antes y le ha puesto una cierta distancia en la que ya no hay tanto contacto personal y se limita a los temas prioritarios de la relación bilateral entre los dos países.
Y es que, según confirman fuentes del Palacio Nacional, desde hace al menos dos meses el embajador Salazar dejó de recibir las invitaciones de cada miércoles para desayunar en Palacio con el Presidente mexicano, a quien veía cada semana para revisar los temas de la agenda diplomática con Estados Unidos, pero también para convivir e intercambiar puntos de vista sobre otros asuntos. Hubo semanas en las que, además del acostumbrado desayuno de los miércoles, el diplomático estadounidense iba hasta tres o cuatro veces al despacho presidencial, recibiendo un trato que ningún otro embajador de Washington había recibido por un Presidente mexicano.
La relación entre López Obrador y Ken Salazar llegó a ser tan cercana, que en los corrillos políticos de Washington, primero, y luego en la poderosa prensa estadounidense, se llegó a cuestionar en columnas y editoriales de diarios como el New York Times o el Washington Post si el embajador oriundo de Colorado y con ascendencia hispana representaba los intereses de la administración Biden o los de la llamada 4T mexicana.
Los comentarios y críticas periodísticas arreciaron en febrero de este año, cuando el representante de Washington declaró en la Cámara de Diputados que la reforma energética de López Obrador “es necesaria” y que el Presidente mexicano “tiene razón al decir vamos a hacer cambios en beneficio del pueblo” por lo que pidió “entender las razones de él” en el proceso de cambios constitucionales al sector energético que se discutía en aquellas fechas en el Congreso mexicano.
Fueron tan fuertes las reacciones en la prensa de Estados Unidos a esa declaración de su Embajador en México, que incluso ocasionaron una llamada del secretario de Estado, Anthony Blinken, a Salazar para que moderara sus comentarios a la prensa mexicana y que no causara confusiones sobre cuáles eran los intereses que representaba en su labor diplomática.
Al final, terminó siendo ese mismo tema, el energético, en el que Ken Salazar siempre se defendió diciendo que su cercanía con López Obrador le ayudaba a defender a las empresas estadounidenses y sus intereses ante el Gobierno mexicano, el que terminó causando el enfriamiento de la relación personal entre el diplomático de Washington y el inquilino del Palacio Nacional.
A partir del mes de agosto, cuando iniciaron las consultas formales entre México y Estados Unidos, para discutir la política energética de López Obrador y las afectaciones que, según la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR), inhibe la libre competencia en el sector energético mexicano y afecta los intereses de sus empresas e inversionistas al privilegiar a la CFE y a Pemex, la molestia del Presidente mexicano se hizo cada vez más evidente con sus comentarios y declaraciones sobre la queja estadounidense, sobre que el presidente Biden no le dijo nada de esas quejas durante su visita en julio a la Casa Blanca, y principalmente sobre el “tono soberbio y altanero” de la representante comercial de Estados Unidos, la embajadora Katherine Tai.
Fue en ese contexto del enojo evidente y público de AMLO por la queja contra su política energética que dejaron de llegar las invitaciones a los desayunos de los miércoles a las oficinas del Embajador estadounidense. La notoria y comentada cercanía del “amigo Ken”, como se referían en Palacio Nacional al diplomático de la texana, ya no se ha visto desde entonces y, aunque Salazar sigue teniendo una muy buena relación diplomática e institucional con el Presidente y una comunicación fluida por las vías institucionales, el contacto y la atención personalísima que llegó a brindarle López Obrador ya no son las mismas.
Una señal de ese cambio ocurrió el pasado 10 de octubre, cuando desde su conferencia mañanera, el presidente López Obrador desautorizó un plan de ayuda en materia de seguridad que el embajador Ken Salazar había ofrecido y acordado con el gobernador de Zacatecas, David Monreal, para que agencias estadounidenses como la DEA y el FBI ayudaran con información de inteligencia para combatir al narcotráfico en el territorio zacatecano y colaborar así a disminuir los altos niveles de violencia que padece ese estado”.
“En la Constitución está expresamente prohibido que los estados no pueden, en ningún caso, celebrar alianza, tratado o coalición con otro Estado ni con las potencias extranjeras”, dijo el Presidente quien aclaró que su gobierno le tiene confianza al embajador Ken Salazar, “pero la política exterior le corresponde al Ejecutivo federal”.
Así que Ken Salazar sigue y seguirá siendo el diplomático extranjero más importante para el Gobierno mexicano y seguirán sin duda hablando con él y discutiendo y negociando los temas de la compleja relación bilateral; pero la cercanía y el contacto personal que llegó a tener el diplomático con el despacho presidencial definitivamente cambiaron por una relación más institucional.
NOTAS INDISCRETAS…
De cumplirse mañana los pronósticos que hizo públicamente Ricardo Monreal, al estimar en “más de 1 millón de personas” los asistentes a la marcha-desfile en honor del Presidente, estaríamos ante una movilización sin precedentes en la historia política del país. Y aunque no haya una causa ni una demanda social o protesta en esta manifestación, algo que siempre tuvieron las anteriores marchas que encabezaba López Obrador, lo que está claro es que con esa demostración de fuerza el Presidente no sólo quiere vengarse de la sociedad civil que salió a protestar y a rechazar sus reformas electorales y a su gobierno, sino también quiere aprovechar para ratificar y validar las ya iniciadas campañas presidenciales de sus corcholatas Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, que desfilarán a su lado en la marcha faraónica del domingo. Sin embargo, el innecesario despliegue de fuerza que se verá en el Paseo de la Reforma y el Zócalo puede tener un doble efecto para el Presidente y su 4T. Porque si bien demostrará la fuerza corporativa y el músculo político que hoy tiene su movimiento, también será una bofetada para millones de mexicanos que no están conformes con su gobierno y que no ven los “logros y realizaciones” de los 4 años que presumirán en las calles el Presidente y sus militantes y simpatizantes. Pero lo que más daño terminará haciéndole a Morena y a López Obrador del desfile faraónico, también llamado “Marcha de la Venganza” o “Marcha del Ego”, es que se hayan gastado tantos millones de pesos en recursos públicos de los gobiernos estatales, municipales y del propio gobierno federal, para movilizar a tantas personas hacia la Ciudad de México, a las que les pagaron transporte, hospedaje, viáticos y hasta alimentos, con el único fin de halagar, adorar y aclamar a un Presidente. Con tantos problemas graves en el país y tantas necesidades apremiantes de los mexicanos, gastar el dinero de los impuestos de los mexicanos en un desfile para halagar al Presidente pudiera convertirse en el peor error del lopezobradorismo, justo cuando empieza el quinto año del gobierno y el ocaso de su poder…Los dados mandan Serpiente Doble. Semana intensa.