La negativa contundente a la ratificación de la doctora Ernestina Godoy solo fue la crónica de un rechazo anunciado, pero no por ello deja varios mensajes, golpes y lecciones políticas concretas. De entrada, está claro que Morena y Claudia Sheinbaum —seguro con la venia de López Obrador— decidieron mandar a la hasta ayer fiscal de la CDMX al coliseo legislativo, a sabiendas que las bancadas de oposición la rechazarían y que no lograría la mayoría calificada, luego de que sus métodos de presión, cooptación económica y hasta amenazas de muerte, no funcionaron para disuadir, comprar o amedrentar a los legisladores del PRI, PAN y PRD.
Lo hicieron así para victimizar a la fiscal que, paradójicamente, fue señalada y exhibida públicamente por varias víctimas ciudadanas que la acusaron y le documentaron casos de violación de garantías, fabricación de delitos y expedientes judiciales, además de las persecuciones políticas que encabezó utilizando a la institución del Ministerio Público para ejercer, en varios de esos casos, una justicia politizada y por consigna, en la que Ernestina Godoy entregó su autonomía y su prestigio a la causa política e ideológica de la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Por eso, no se puede negar que el rechazo a Godoy en el Congreso capitalino, es un golpe seco y duro en contra de la precandidata Claudia Sheinbaum, que no pudo ni supo operar políticamente para sacar su ratificación y que, cuando decidió actuar por la fuerza y con la soberbia de quien ya se siente casi presidenta, enseñó un rostro autoritario y violento que incluyó todo tipo de presiones y hasta amenazas a los diputados opositores para que se ausentaran de la sesión y permitieran a Morena alcanzar los votos necesarios. Si es que llegara a ganar las elecciones, ¿así manejaría los temas, nombramientos, iniciativas o reformas la abanderada a la Presidencia?
La soberbia no es buena consejera para ningún político y esa lección debería haberla aprendido ya Claudia Sheinbaum, a quien desde la ciudad que gobernó le mandaron un mensaje y al mismo tiempo una lección: la política no siempre es la imposición autoritaria de las mayorías y en la división y el equilibrio de poderes ella no podrá actuar de la misma manera que lo ha hecho el presidente al que tanto imita y quiere parecerse a toda costa. Una cosa es López Obrador neceando e imponiendo sus mayorías en los casos que aún puede, y otra muy distinta será una presidenta que no tenga las mismas habilidades políticas, sobre todo si el electorado decide votar por un Congreso federal dividido y que se vuelva un contrapeso de la futura Presidencia.
Y ahí también hay una lección no sólo para la candidata puntera en la carrera presidencial, sino también para los electores que aún no tienen claramente decidido el sentido de su voto en las elecciones de junio próximo: los gobiernos divididos, con equilibrios y contrapesos entre los tres poderes, pueden ser a veces complicados o incluso llegarían a caer en la parálisis en algunos temas y aprobaciones legislativas; pero al mismo tiempo, no darle todo el poder ni todos los poderes a un presidente o presidenta, le garantiza a los ciudadanos que el gobernante no podrá imponer siempre su voluntad por la fuerza, sobre todo cuando se trata de temas de justicia, en donde los ciudadanos han sido maltradados, acusados falsamente y perseguidos por fiscalías de justicia a modo de esos gobernantes. Ahí hay una razón más, y muy poderosa, para reflexionar muy bien el voto.
Pero como la 4T se ha convertido ya en un sistema autoritario y de partido de Estado, habrá que ver qué tanto entienden y procesan lo ocurrido ayer en el Congreso de la CDMX. Porque seguramente hoy martes el presidente López Obrador anunciará en su mañanera que “todo fue una conspiración de los conservadores para desprestigiar a la doctora Godoy, que es una mujer íntegra, honesta y muy leal” a su movimiento. Acto seguido, cuando el presidente vuelva a victimizarse y pretenda volver también víctima a la fiscal que fue señalada como victimaria de ciudadanos y sus derechos jurídicos, vendrá el anuncio de la decisión que ya tenían tomada desde antes en Morena: Ernestina será candidata al Senado por la CDMX e irá en la fórmula con otro rechazado, el exsecretario de Seguridad y fallido candidato, Omar García Harfuch.
Y así, en la lógica de la nueva clase gobernante —que cada vez actúa y se parece más a la “nueva mafia del poder”— aquí no pasó nada: a su candidata presidencial le pretenderán sacar el fuerte golpe, a los diputados opositores del Congreso capitalino que ejercieron su libertad de voto los seguirán persiguiendo y estigmatizando; y a la doctora Godoy, por aquello de las graves denuncias civiles y penales que le han hecho, la protegerán con el fuero constitucional en el Senado de la República.
NOTAS INDISCRETAS…
El pasado lunes a las 00:00 horas se consumó una victoria más del monopolio de los partidos en la representación política y una derrota más para las candidaturas independientes o ciudadanas. En el último minuto del domingo se venció el plazo que fijó la Ley electoral para que los candidatos ciudadanos o independientes acreditaran las firmas correspondientes al 1% del padrón electoral, equivalente a casi 1 millón de firmas (961 mil) de electores registrados y con credencial de votar vigente. Muy lejos se quedaron los dos aspirantes sin partido que se habían inscrito para una candidatura independiente a la Presidencia de la República. Por un lado el ultraderechista, Eduardo Verástegui, con todo y su amistad con Trump (o tal vez por eso) apenas pudo juntar 14% (unas 138 mil) y por el otro el exgobernador priista de Oaxaca, Ulises Ruiz, se quedó aún más lejos de la meta con un 6%, unas 48 mil. Es decir que, en su segunda elección federal en la que estaban a prueba, las candidaturas independientes o ciudadanas volvieron a fracasar estrepitosamente, porque esta vez ni siquiera pudieron lograr el registro oficial, que sí obtuvo en 2018 el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco”, aunque al final él también fracasaría rotundamente en aquellos comicios. Sobre todo, porque después se sabría, y eso le costaría la cárcel por un par de años, que utilizó recursos públicos de su estado para obtener las firmas necesarias y alcanzar su registro. Total que el triunfo ciudadano que en su momento fue la reforma al Código Electoral, para romper el monopolio de los partidos en las candidaturas a cargos públicos, resultó ser una victoria pírrica, al menos hasta ahora. Y eso se explica en buena parte porque al parecer nadie quiere apoyar ni invertir en nominaciones ciudadanas que no garanticen un retorno de esa inversión en contratos o favores públicos, como los que ofrecen y entregan todos los partidos a los grandes empresarios o mecenas de la política y los políticos. Y si no lo creen pregúntele a don Carlos Slim, a Daniel Chávez o cualquiera de los empresarios millonarios a los que AMLO y la 4T terminaron haciéndolos más ricos…. Segunda Escalera de la Semana. Los dados siguen de buenas.