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sábado, mayo 31, 2025

Fuerza de mujer

Unas rápidas, otras lentas; altas, bajitas, talla grande o pequeña, jóvenes o mayores… da igual, cuando corremos en la pista todas somos iguales. Parar correr por las mañanas, hay que organizarnos y pararnos más temprano; llevar a los niños al colegio, llegar al parque o al gimnasio y de ahí otra carrera al trabajo o la casa. Todas sabemos el esfuerzo que nos cuesta estar en la pista y a pesar del tiempo y las ocupaciones, seguimos corriendo, por y para nosotras.

Correr no siempre fue fácil para las mujeres, ni como actividad lúdica, ni en competencias. Igual que muchas actividades en este mundo de hombres, a las mujeres se nos negó por siglos practicar este deporte. Desde las abuelas que prohibían correr a sus hijas porque se te va a caer la matriz, hasta las ideas misóginas y machistas del Barón Pierre de Coubertin, padre del olimpismo moderno, quien solía decir –como pensaba la sociedad de su tiempo– la mujer físicamente no es apta para grandes esfuerzos.

Para fines del siglo XIX algunas mujeres ya corrían maratones, pero no oficialmente. Hay registro de que en 1896, una mujer llamada Melpómene corrió los 42 km desde la ciudad de Maratón hasta Atenas en 4:30 horas. Incluso después de demostrar que era capaz, ella pidió participar en el maratón olímpico, pero su petición fue rechazada.

Para 1948, en las Olimpiadas de Londres, la holandesa Francina Elsje Blankers, conquistó cuatro medallas en carreras de velocidad y ante la hazaña, la prensa de la época no atinó más que a llamarla la ama de casa voladora porque era madre de dos niños. A partir de 1960 las mujeres pudieron correr oficialmente distancias mayores a 800 metros.

Para la historia quedaron las fotografías de Kathrine Switzer, corriendo en Boston, mientras Jack Semple, el organizador, la jala y la empuja para sacarla del Maratón. Era 1967 y Kathrine no se rindió. Su carrera cambió ideas sobre las limitaciones de las mujeres y fue la primera mujer oficialmente en esta competencia, hasta entonces exclusiva para hombres.

En los Juegos Olímpicos de México 1968 por primera vez una atleta cargó la flama olímpica: Norma Enrique- ta Basilio de Sotelo, heroína mexicana conocida como Queta Basilio. Pero fue hasta 1984, en Los Angeles, donde las mujeres corrieron oficialmente el Maratón olímpico.

A todas ellas, pioneras, igual que otras mujeres que han luchado y luchan cada día por la igualdad de género y de oportunidades: desde las sufragistas de principios del siglo 20 que lograron el voto femenino, hasta Malala que hoy lucha por el derecho de las niñas a la educación o las africanas por erradicar la ablación femenina, en todo el mundo millones de mujeres luchamos diario y en todos los ámbitos por desterrar la persistente violencia, la discriminación y la desigualdad que aún parece una meta lejana. Tenemos que apretar el paso porque, mujeres al fin, algún día llegaremos a esa meta.

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