Casi todo lo que hacemos en la vida, aficiones, gustos y actividades se lo debemos a alguien que nos enseñó el camino. Así sucede también en esto de correr; aunque en principio alguien nos haya impulsado a empezar, una vez que le tomamos el gusto, se vuelve algo personal y muy propio.
El pasado 5 de junio se celebró Día Mundial del Corredor y con ese motivo, miles de corredores de todos los niveles expresaron en las redes sociales cómo fue que empezaron a correr y cuáles son sus motivaciones, hábitos y estilos para practicar este deporte.
La razones por las que corremos son tantas como corredores hay en mundo. Cada uno tiene su propia historia, pero en cada una hay un común denominador que responde a una verdad muy simple: corremos por que nos gusta. Por que en esta actividad encontramos una manera de interpretarnos a nosotros mismos.
Basta con observar parques, calles y avenidas para ver que mucha gente corre, cada uno con sus propias metas, ambiciones y perspectivas. Corredores profesionales, principiantes, jóvenes o mayores, cada uno a su manera, a su propio ritmo, unos hasta hablando y cantando solos, en pequeños universos aparte, otros platicando en grupos, pero todos en ese trance en el que cada uno se siente libre y feliz. Para quién no es corredor, los que corremos les parecemos un poco locos. Y llevan algo de razón por que hay de todo: desde esos apasionados que salen de casa antes del sol, sin importar las inclemencias del tiempo, la hora o el terreno; los que no paran un día de correr y sacrifican muchas otras cosas para ir por el mundo corriendo maratones.
Y es que cuando te abandonas al ritmo de la zancadas, surge un diálogo interno entre el cuerpo y la mente. Como dos conciencias que se apoyan mutuamente para huir del caos del mundo en busca de un remanso de soledad. Así lo experimentan los corredores de fondo. La carrera se ama y se sufre mucho porque a través de ella también se conoce el dolor y, por ende, aprendes a superarlo. Nos enseña, con sudor, que dolor y sufrimiento no es lo mismo; que el dolor es inevitable, y que el sufrimiento es opcional.
Y con el tiempo te das cuenta que correr también equivale a mirarse en el espejo intentando descubrir que cada día sé es mejor. Cuando ves en retrospectiva y descubres lo mucho que has cambiado desde que comenzaste, que eres más fuerte y que quizás la primera vez que saliste a correr nunca pensaste que podías lograr tus 5 kilómetros, luego los 10 o los 21 y hasta un maratón. Hoy, seguro recuerdas con cariño a quién o qué te motivó a correr y tal vez le agradezcas el haberte impulsado, pero cada zancada, cada esfuerzo, cada logro y cada fracaso son tuyos.
No se puede lograr mayor objetivo que la felicidad. Gracias a mi esposo Salvador; gracias a mi amiga Esperanza; gracias a mi entrenador Joaquín. Gracias a Dios y a la vida.
POR ROSSANA AYALA
@AYALAROSS1
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