Los campos de concentración de migrantes indocumentados creados por Donald Trump y su política de “tolerancia cero” han detonado la indignación mundial por la extrema crueldad con la que el gobierno de los Estados Unidos está aplicando sus leyes migratorias. Separar familias y abusar sicológicamente de niños indefensos y de sus padres o familiares no solo violenta todos los tratados internacionales en materia de migración, refugio y derechos de los menores de edad, junto con los derechos humanos de los migrantes, sino que además representa una política claramente racista y xenofóbica que, más que aplicar la ley, busca infligir un castigo y un dolor sicológico y emocional intencional a los migrantes ilegales y deja en la indefensión y la vulnerabilidad total a los niños.
No hay gobierno en el mundo, por dura y estricta que sea su política migratoria, que maltrate emocionalmente a niños al separarlos de sus padres como “castigo y penalización” por infringir sus leyes migratorias. No lo hace Europa central a pesar de las oleadas masivas de migrantes provenientes de Africa, de Siria o en algunos momentos de la Europa Oriental.
El único referente histórico de las imágenes dolorosas e indignantes que nos llegan desde Texas, es el nazismo y su política de esclavización y exterminio de los judíos. Trump y sus seguidores racistas en la Unión Americana, también comenzaron con discurso que estigmatizó a los mexicanos y latinos como “delincuentes peligrosos”, que desató sentimientos de odio en su sociedad y que luego procedió a la segregación en campos alambrados y en condiciones infrahumanas; sólo que en vez de castigos físicos o trabajos forzados de la Alemania Nazi, hoy en Estados Unidos latinos y mexicanos se les somete a tortura sicológica al separar padres e hijos.
Lo más triste y doloroso es que esto no comenzó ayer. Lleva más de un año ocurriendo. Semanas después de que Trump llegó al poder, en enero de 2017, comenzaron a ocurrir las detenciones arbitrarias de personas por el color de su piel y por su tipo racial mexicano o latino, que ya desde entonces eran detenidas sin motivo alguno en las calles o en sus centros de trabajo, separados de sus hijos menores de edad y deportados sin consideración alguna. Pero esto escaló a un sistema de castigo en vía doble: a los niños al retenerlos ilegal e inmoralmente separados de sus padres y deportarlos solos, con el miedo, la angustia y la desprotección que eso significa para un niño; y a los padres y familiares porque se les separa con la reprimenda de que les quitarán a sus hijos “para que aprendan a no volver a intentar entrar ilegalmente a los Estados Unidos y menos con niños”, y luego se les deporta sin decirles el lugar o punto específico de la frontera en donde podrán recoger a sus hijos o menores acompañantes.
¿Qué gobierno disfruta, argumentando la aplicación de la ley, del dolor y la angustia de niños y padres que por horas o varios días no saben uno del otro y encuentra eso legal, ética y humanamente válido en aras de la “seguridad de sus fronteras?
No se entiende por qué el gobierno de México, su presidente y su canciller no hicieron nada durante meses ante esa política inhumana y cruel contra migrantes mexicanos que fue escalando, más allá de “condenas”, “rechazos y declaraciones”. Aún ahora, que el canciller Luis Videgaray reaccionó obligado ante la ola de indignación nacional e internacional por los videos donde se ve a niños llorar y preguntar por sus padres, mientras los agentes estadunidenses se burlan de ellos, la respuesta del gobierno de Peña Nieto es igual de tibia y timorata como ha sido toda su política exterior ante el abusivo y ofensivo Trump. Una declaración desde la sede de la cancillería y una “nota diplomática” no es suficiente ante el tamaño de la tragedia humanitaria que está ocurriendo contra los migrantes mexicanos y centroamericano que además son deportados arbitrariamente por el gobierno de EU, sin respetar protocolos, horarios o puntos de entrega, y en la mayoría de los casos deambulan sin apoyo ni sustento buscando a sus hijos en las distintas ciudades fronterizas de México que tampoco tienen el presupuesto ni la infraestructura para ayudarlos.
¿Qué espera México y el gobierno de Peña Nieto para iniciar una ofensiva internacional junto con los gobiernos centroamericanos contra Trump y su “tolerancia cero” ante la ONU, la CIDH y cualquier otra instancia que pueda apoyar para detener esa crueldad contra los niños migrantes? ¿Dónde está el canciller Videgaray tan activo y rudo contra los abusos y la democracia simulada de Nicolás Maduro en Venezuela y tan inepto y débil para defender a los migrantes mexicanos del Führer Trump y sus “Konsentrationslager texanos?