Dicen que la muerte corre de prisa. La quisiéramos más lenta para que no nos alcance tan pronto en el camino, pero a veces nos la topamos de frente, nos pasa de lado o trota a nuestro paso, pero algo sí es seguro: nunca le ganaremos la carrera. Hoy que nos preparamos para celebrar el Día de Muertos y recordar a nuestros difuntos, sabemos bien que por más que corramos de ella o le saquemos la vuelta, al final, llegaremos juntos a la meta. Porque es el destino de todos y porque la muerte, por más temida y dolorosa, es parte de la vida.
Correr y hacer deporte se asocian siempre con la vida, pero hay ocasiones en que ejercitarse se convierte en una causa de muerte. La muerte súbita le llaman a los casos en que deportistas, aparentemente sanos, ya sean profesionales o amateurs, sucumben repentinamente lo mismo en una pista de carreras, en las calles durante un maratón o en las canchas de distintos deportes.
Aunque estadísticamente esta causa de muerte no es muy significativa, la mayoría de las muertes súbitas asociadas al deporte se producen por un problema cardiaco. Esta muerte, en los deportistas jóvenes está relacionada con alguna alteración genética, y en los mayores, con enfermedad coronaria.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que existen pocas recomendaciones para la prevención de la muerte súbita, pero advierte que se debe estar atento a la presión arterial y a síntomas como mareos, náuseas, palpitaciones, disnea, dolor en el pecho o desmayos.
Por eso siempre insistiremos en que antes de practicar cualquier deporte es importante someterse a un examen cardiovascular e ir graduando poco a poco la intensidad del ejercicio y si es bajo supervisión médica, mejor.
Para cerrar esta colaboración que habla de la muerte y la vida, les contaré de un lugar muy especial que se ubica en el Bosque de Tlalpan. En un paraje en la parte alta de la montaña, hay un “Santuario de Corredores”, un lugar en donde las cenizas de varias personas que corrían habitualmente en el bosque fueron esparcidas por sus familiares y amigos, porque así lo pidieron antes de morir.
En el sitio, que conocen bien los corredores más antiguos, alguna vez hubo imágenes religiosas y hasta veladoras, que recordaban a los que ahí quisieron descansar, pero las autoridades delegacionales, al enterarse, retiraron las imágenes y las velas, con el argumento de no permitir “expresiones religiosas de ningún tipo” en un lugar que no era adecuado para ello, además del riesgo de incendio que representaban las veladoras.
Pero eso no impide que, quienes saben del lugar y se han acercado, afirmen que sí se siente ahí una “vibra especial” o que otros se detengan un momento para dedicar una oración o un pensamiento y recordar así a aquellos corredores que, por más veloces que fueron en vida, los alcanzó la muerte en su carrera.