A querer o no, y ya sea para atacar y debilitar a sus opositores o para generar una “caja china” con la que distraiga a los mexicanos de las denuncias de corrupción a gran escala por parte de sus hijos, el presidente López Obrador está reabriendo, junto con las investigaciones del Caso Colosio, el ambiente enconado, turbulento y envenenado que vivió la República en el año crítico de 1994. El asesinato del candidato presidencial del PRI, en marzo de aquel año, abrió una espiral de inestabilidad, inertidumbre y violencia política que terminó antecediendo a la peor crisis económica que hasta entonces conocían los mexicanos de finales del siglo XX.
Aquel aciago año del 94, que comenzó con el levantamiento zapatista en Los Altos de Chiapas y terminó con el “error de diciembre” y con la frase del subprocurador de la PGR, Mario Ruiz Massieu, que tras el asesinato de su hermano en septiembre de aquel año, acuñó la expresión de que “los demonios andan sueltos”, representó en su momento una especie de “infierno” para los mexicanos. Porque al mismo tiempo que se sorprendían con la irrupción de una guerrilla armada indigenista en el sureste del país, eran brutalmente golpeados en la cara por una violencia política desconocida que asesinaba al candidato presidencial que encabezaba todas las encuestas, para luego matar a un líder parlamentario del PRI y terminar el año con el estallido de una debacle económica que amenazó con quebrar a la economía del país y que les costó vidas, dolor y angustia a millones de mexicanos.
Toda proporción guardada, lo que está haciendo el presidente López Obrador al revivir los fantasmas del pasado, con la reapertura del caso Colosio en pleno proceso electoral, es la remasterización de aquel 1994 pero 30 años después y con miras a la elección presidencial de este 2024. Y sea cual sea el objetivo del mandatario, ya sea que quiera llevar a juicio al expresidente Carlos Salinas de Gortari, al candidato priista al Senado, Manlio Fabio Beltrones, o que quiera probar la participación del exsecretario de seguridad de Felipe Calderón, Andrés Manuel tendría que ser cauteloso, porque lo que desea se le puede cumplir y si va a soltar a los demonios, que tenga cuidado porque se le pueden salir de control.
Porque ayer, con la negativa contundente que le dio a la petición de Luis Donaldo Colosio Riojas, de que otorgara el indulto a Mario Aburto y cerrara ya en definitiva el caso del magnicidio de su padre, el Presidente dejó muy claro que todo el circo político de reabrir las investigaciones y pretender identificar al “segundo tirador” de Lomas Taurinas –una teoría conspiratoria que investigaron pero nunca pudieron probar cuatro fiscales antes que Gertz Manero— obedece claramente a una orden suya y a una estrategia política y electoral con la que busca acomodar un expediente criminal de hace tres décadas al discurso que ha sostenido a lo largo de su mandato: “a Colosio también lo mató el PRIAN”.
Y no es que esté mal el cálculo de López Obrador, porque con nombres como el de Salinas y García Luna, mencionados o imputados en las nuevas investigaciones, sin duda terminaría dañando a la alianza opositora, pero al mismo tiempo estaría reabriendo la caja de pandora de un año en el que los mexicanos vivimos el infierno. Traer la agenda de 1994 a las elecciones presidenciales del 2024, en aras de obtener dividendos políticos, le puede resultar al Presidente como aquellas películas de terror donde, por invocar fantasmas del pasado, los protagonistas terminan viviendo una pesadilla infernal.
Casi podría decirse, después de escuchar ayer al Presidente invocar una “razón de Estado” para revivir un caso que cimbró a la República y marcó a toda una generación de mexicanos, que estamos ante la “Netflixización” de la elección presidencial, en donde ya no sólo tendremos como factores de tensión en estos comicios a la terrible polarización que divide y confronta a los mexicanos por sus preferencias políticas, a la injerencia abierte e impune del narco en las elecciones para favorecer al partido gobernante, sino además reviviremos fantasmas que nos remiten, inevitablemente, a la violencia política contra los candidatos o candidatas presidenciales y que podrían llevarnos a repetir la mencionada y nefasta frase de que, de cara a los comicios presidenciales, volvieron a soltar a los demonios.
NOTAS INDISCRETAS…
Quienes conviven y ven de cerca al Presidente dicen que, más allá de sus ataques a Loret y su actitud que aparenta ser despreocupada en las mañaneras, el tema de sus hijos y la corrupción de “El Clan” en el que se involucra a Andy y Gonzalo López Beltrán, haciendo negocios millonarios con los contratos públicos del gobierno federal a través de su amigo tabasqueño, el empresario Amílcar Olán, realmente ha molestado al Presidente “y lo trae de un humor de los mil demonios”. Tanto es el enojo presidencial ante las investigaciones periodísticas de Latinus, que el Presidente le pidió a su militar de confianza en la CNI, que rastreara de dónde proviene el espionaje telefónico que capturó las llamadas de Amílcar Olán y sus constantes alardeos y blofeos sobre su amistad con “Boby”, con “Andy” y con “El Gallo”, Daniel Asaf, y su manejo de contratos millonarios en obras como el tren Maya y la Refinería de Dos Bocas. Y, con base en la información que entregó el militar de las botas que maneja la inteligencia federal, en Palacio Nacional se asegura que detrás de las grabaciones que balconearon al empresario tabasqueño y expusieron los nombres de los hijos y del asistente personal del Presidente, hay también una mano tabasqueña a la que ubican como la de un exgobernador priista de Tabasco. ¿De quién se tratará?…Regresa la priista que estuvo a punto de dinamitar la alianza opositora. Nos cuentan que Yolanda de la Torre, quien fuera diputada federal del tricolor, que puso a tambalearse la alianza entre el PRI, PAN y PRD, cuando presentó la iniciativa para que las Fuerzas Armadas se mantengan en las calles hasta el 2028, que fue de inmediato respaldada por Morena, PT y Verde y se aprobó finalmente por mayoría calificada, está por dejar la magistratura del Poder Judicial en Durango, que muchos interpretaron como el premio que recibió por sus servicios a la 4T, para regresar a su curul como diputada federal y buscar la reelección para otros tres años en San Lázaro, desde luego bajo los colores del PRI. Al final, queda claro que Yolanda sólo fue el instrumento de un arreglo entre la cúpula del PRI y Palacio Nacional, que en su momento estuvo a punto de costarle su participación en la alianza opositora el viejo partido…Y hablando de regresos, el que también está de vuelta pero en la comodidad de su casa en Tel Aviv, es el exfuncionario y escritor Andrés Roemer, acusado de violaciones, abusos y acosos sexuales por más de 25 mujeres mexicanas. El gobierno de Israel le autorizó, desde el pasado 15 de diciembre, al presunto violador mexicano a dejar la prisión en donde estaba recluido, en espera de su extradición a México, para volver a su hogar, supuestamente bajo la figura de “prisión domiciliaria”. La noticia se conoció ayer por una carta que el propio Roemer mandó a un noticiero radiofónico, en la que el también catedrático y colaborador de TV Azteca, afirma que la decisión de las autoridades israelíes de liberarlo de la cárcel fue porque “Israel descubrió las falacias del gobierno de México”. Aunque también hay quienes interpretaron que en realidad el gobierno israelí lo que se cobró fueron las declaraciones de “neutralidad” del presidente López Obrador hacia el conflicto de Tel Aviv con Hamas, en las que el mandatario mexicano nunca condenó los atentados terroristas del grupo extremista palestino, ni reconoció el derecho de Israel a defenderse de esos ataques. Así que, por cuestiones de geopolítica, un presunto violador y acosador, acusado por mujeres mexicanas, goza de cabal salud y de la comodidad de su hogar en tierras israelitas…Se baten los dados. Insiste la Serpiente.