Antes del año 2000 y de que Carlos Slim se hiciera su amigo y empresario favorecido en sus gobiernos, Andrés Manuel López Obrador solía repetir en reuniones sociales o de trabajo un chistorete con el que expresaba su opinión sobre el mayor magnate mexicano: “¿Cómo se dice Carlos Salinas en libanés?”, preguntaba el entonces dirigente nacional del PRD. Y él mismo se respondía: “Carlos Slim”.
Pero un par de años más adelante, cuando el ingeniero lo apoyó en su campaña por la Jefatura de Gobierno del DF, la opinión de López Obrador cambió y de ser “el prestanombres de Salinas”, el empresario mexicano de origen libanés pasó a ser un gran benefactor del Centro Histórico de la Ciudad de México, cuando el 21 de enero de 2003, el entonces Jefe de Gobierno capitalino anunciaba en una conferencia de prensa, en la que estaba sentado codo a codo con él, que Carlos Slim Helú, encabezaría el “Rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México”, que se llevaría a cabo de manera conjunta entre el gobierno y la iniciativa privada, que en realidad era Slim aportando la mayor parte de los 5 mil millones de pesos que costaría dicho rescate.
A partir de ahí nació una relación de amistad, pero también de conveniencia y convivencia política y financiera entre López Obrador y el hombre más rico de México. Un entendimiento que se fortalecería nuevamente con el apoyo financiero que le dio Slim a la primer campaña presidencial del tabasqueño en el 2006, aunque en ese mismo año, después de que Andrés Manuel se negó a reconocer el resultado de la elección e impugnó la diferencia del 0.5% con la que Felipe Calderón le ganó la Presidencia, la radicalización del candidato del PRD, que terminó tomando el Paseo de la Reforma por varios meses y alegaba un fraude que nunca pudo probar, hizo que la relación se enfriara y entrara en una suerte de impasse, sin que hubiera nunca una ruptura.
Y así navegaron los dos hasta el 2018: Slim creciendo su fortuna hasta llegar a convertirse en el hombre más rico del planeta y encabezar todas las listas de los multimillonarios del mundo, mientras López Obrador volvía a buscar una y otra vez la Presidencia de la República que finalmente ganó en aquel año, cuando ya en campaña había vuelto a buscar el apoyo del ingeniero invocando su añeja amistad.
Pero lo que vendría después, ya con Andrés Manuel en la Presidencia, fue casi una nueva relación, aunque con la vieja confianza y conocimiento uno del otro, que redituaría en grandes beneficios políticos para el Presidente y económicos y financieros para el empresario y contratista del gobierno federal.
El regreso de Carlos Slim y de su emporio Grupo Carso al top ten de los multimillonarios del mundo, que se dio a conocer el pasado mes de diciembre, con un crecimiento de su fortuna del 100% en los cinco años de la administración lopezobradorista, cuando ganó más de 50 mil millones de dólares, hizo que el ingeniero se pusiera en el ojo público cuando medios financieros, analistas y columnistas comenzaron a hablar del aumento de su patrimonio y el crecimiento de sus empresas, sí como el resultado de ciertas condiciones financieras, como el súper peso o la recuperación tras la caída de la pandemia, pero también gracias a los contratos millonarios que obtuvo con esta administración y a su cercanía con el Presidente.
Creció tanto el tema del “empresario consentido” del sexenio de López Obrador, que el ingeniero rompió un silencio de más de 5 años para responder a los señalamientos y comentarios en redes sociales y medios, con una larga conferencia de prensa de más de 4 horas en la que contó la historia de su vida y sus inicios en los negocios, para terminar diciendo que sí tiene buena relación con el Presidente, pero que también tienen sus “diferencias” y rechazar que haya sido favorecido con contratos excesivos en esta administración donde dijo tener sólo la adjudicación de las obras del tramo 2 del Tren Maya.
Aunque sus afirmaciones fueron rebatidas por investigaciones periodísticas como la del CEO que dirige el periodista Mario Maldonado, y que documentó en un reportaje la existencia de al menos 2,500 contratos para empresas y filiales del Grupo Carso, desde Pemex hasta servicios de telecomunicaciones y varias obras más que la del Tren Maya, el ingeniero se sostuvo en que el crecimiento al doble de su riqueza, si bien coincidió con el actual sexenio, no obedece a favoritismos políticos ni a su amistad con el Presidente.
Pero lo que no dijo Carlos Slim en su conferencia, fue cómo es que selló su relación con la 4T y, a pesar de esas “diferencias” políticas, económicas y hasta filosóficas que dijo tener con López Obrador, logró ser, en términos de números, el empresario que más creció en su patrimonio e inversiones en el actual sexenio. Y ahí les van esas cuatro máximas que no mencionó Slim, pero que documentan por qué la 4T, con toda su estela de problemas e incongruencias para los mexicanos, al ingeniero le vino “como anillo al dedo”:
Primera máxima: “No te le rebeles al Presidente”. El ingeniero, que era el empresario más afectado por la cancelación de Texcoco, como uno de los mayores inversionistas en el negocio del NAIM de Peña Nieto, aceptó sin chistar la decisión arbitraria y caprichosa del Presidente y, lejos de impugnar en tribunales o en cortes una cancelación que afectaba a sus empresas, se plegó en todos los términos a lo que le propuso López Obrador para indemnizarlo y pagarle por la cancelación de sus contratos con el gobierno federal.
Segunda máxima: “Aunque no tengas la culpa, acepta lo que diga el Presidente”. En el derrumbe de la Línea 12, el ingeniero se tragó su orgullo y el daño a la imagen de sus constructoras, cuando la entonces Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, acusó “fallas de origen” y “defectos en la construcción” del tramo que se le cayó en Tláhuac, con tal de librarse ella de la responsabilidad por la falta de mantenimiento adecuado y atención a las fallas que ya habían sido incluso denunciadas por ciudadanos en las redes sociales. Y en una reunión privada en Palacio Nacional, Slim aceptó reconstruir todo el tramo elevado que se cayó, tal y como se lo ordenó el Presidente, y el empresario sólo puso una condición: “Que Sheinbaum dejara de acusar a sus empresas y a Marcelo Ebrard y no volviera a hablar el tema. Por eso fue que al día siguiente López Obrador se autonombró “el único autorizado para hablar del derrumbe del metro” y le calló la boca a Claudia.
Tercera máxima: “Paga tus impuestos por adelantado y evítate problemas”. Mientras la mayoría de los empresarios grandes, que empezaron a ser presionados y cazados por el SAT para que pagaran adeudos fiscales, pedían condonaciones, planes de pago o se iban a demandar al órgano recaudador del gobierno (véase Ricardo Salinas Pliego, los Alemán y otros), Carlos Slim pagó en plena pandemia del Covid, 17 mil millones de pesos de impuestos de sus empresa y lo hizo por adelantado, como una forma de apoyar al gobierno federal en la crisis que dejó el SARS-CoV-2.
Y finalmente la Cuarta Máxima: “No te metas en política, lo tuyo es el negocio”. Mientras otros empresarios se volvieron activistas y opositores al gobierno, el ingeniero mostró su enorme colmillo de potentado económico cuando le rechazó ser candidato a la Presidencia de la República en la elección del 2018, al presidente Peña Nieto y a un grupo de empresarios del Consejo Mexicano de Negocios que se lo propusieron, ofreciéndole las declinaciones de Ricardo Anaya y José Antonio Meade, en mayo de aquel año, para que él fuera el candidato único de la oposición y se enfrentara a López Obrador en esos comicios.
Esta última historia, por cierto, la publicamos en exclusiva aquí en esta columna el pasado 14 de octubre y hace unos días el presidente López Obrador se la fusiló y la comentó en su mañanera, sin dar crédito, e incluso la publicó en su reciente libro. Al final, el tema más allá de las anécdotas es que la promesa del Presidente que concluye su mandato en octubre próximo fue que en su gobierno se separaría el poder político del económico. Y sí se debe reconocer que sí cambiaron algunas cosas en las relaciones de connivencia que practicaban y permitían los gobiernos del PRI y del PAN con los grandes empresarios, entre ellas la eliminación de la condonación de impuestos; pero para Carlos Slim Helú no cambió mucho el trato cercano que siempre tuvo con todos los presidentes que le han tocado en los últimos 30 años. Eso sí, hay que reconocerle al ingeniero, que con sus 4 máximas, fue mucho más hábil e inteligente, prudente y político que otros empresarios que terminaron peleados, perseguidos o hasta expropiados por este gobierno.
NOTAS INDISCRETAS…
Las declaraciones del presidente López Obrador, sobre que su dignidad y “autoridad moral” están por encima de cualquier ley, representan una desafortunada expresión y un pésimo mensaje por parte del Presidente que, con la respuesta que le dio a la periodista Jessica Zermeño, de Univisión, escaló a otro nivel su desprecio e irrespeto por la ley y la Constitución mexicana. De aquel “no me vengan con que la ley es la ley” que ya de suyo era grave y preocupante, ahora el Jefe del Estado mexicano pasó abiertamente a revelarnos su real pensamiento autoritario en el que él está por encima de cualquier ley y no le obliga cumplirlas sí así lo decide o siente que están lastimando su dignidad. Porque a López Obrador se le olvida que, por más que no le guste y lo deteste, las leyes que rigen la Transparencia y en particular la Ley Federal de Protección de Datos Personales en posesión de Sujetos Obligados, no sólo es una ley secundaria de cumplimiento obligatorio, especialmente para su gobierno y para él en lo personal, sino que esa legislación, a la que tanto desprecia, se deriva del Artículo 6to. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a la que se supone debe cumplir y hacer cumplir, tal y como lo juró en su toma de protesta como Presidente de la República. En fin, que con este ataque a la periodista Natalie Kitroeff del New York Times, sumados a los que ya ha realizado en varias ocasiones contra Carlos Loret de Mola, revelando su información patrimonial y fiscal, el Presidente está demostrando dos cosas: primero que la prudencia y el carácter se le están descomponiendo al final de su sexenio, ante el enojo y la molestia que le provocan los reportajes que llegan desde Estados Unidos vinculándolo a él, a sus campañas y ahora también a sus hijos, con financiamiento del narcotráfico para sus tres campañas presidenciales; y segundo, que a ese paso, López Obrador terminará su gobierno convertido en un Presidente resentido y vengativo, con todo lo que eso significa de riesgo para los mexicanos y para la estabilidad política del país…Los dados mandaron Escalera Doble. Buen fin de semana para los amables lectores.