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sábado, diciembre 21, 2024

Lentos

Eran los años 90 y John Bingham, con 41 años y 108 kilos de peso, nunca había corrido en su vida. El día que le diagnosticaron diabetes a una amiga suya, él decidió solidarizarse con ella: si comenzaba a hacer ejercicio y cambiaba su estilo de vida, él también lo haría. Esa promesa, cumplida a cabalidad, lo llevó a convertirse en “el rey de los corredores lentos” y en una leyenda en el mundo del running.

En su primera carrera, John se colocó junto a los primeros en la línea de salida, pero ese día llegó en último lugar, y a pesar de que siguió entrenando muy duro, en su siguiente carrera fue de nuevo el último en cruzar la meta.

Sin embargo, eso no lo desanimó. Bingham se dio cuenta de que correr le gustaba, que disfrutaba las largas distancias, y que, aunque fuera lento, podía cubrirlas. Que a su ritmo podía gozar del paisaje, de los colores, del sol y del viento en la cara, y así terminaba cada carrera: tarde, pero feliz.

John encontró en la carrera la actividad que le dio sentido a su vida y un tema sobre el qué escribir. Quería transmitir a los corredores amateurs que no es malo ser lento, que cuando el reto es superarse a sí mismo, lo más importantante, más que la velocidad, es disfrutarlo y divertirse. Escribió en el foro Dead Runners Society, en donde se dio a conocer como The Penguin (El Pingüino, por su manera peculiar de correr parecido a esa ave).

Después escribió para la revista Runner’s World, y sus textos inspiraron y motivaron a miles de corredores, principiantes a superarse, a probar distancias más largas, y enfrentar sus miedos, pero, sobre todo, a disfrutar el proceso. John Bingham se retiró de las carreras en 2014; hoy tiene 71 años, y ha corrido más de 40 maratones y escrito cinco libros, además de sus colaboraciones en Runner’s World, que siempre terminaban con su célebre frase: “El milagro no es que yo haya terminado. El milagro es que yo haya tenido el valor de empezar”.

Una carrera puede ser una página en blanco en la que puedes reescribir tu propia historia. Sólo necesitas un par de tenis, un camino y unas piernas capaces de resistir, no importa sin son lentas o veloces, después de todo, correr es algo, de lo que todos bien o mal, tenemos algo de experiencia.

Muchos corremos como John; sabemos que no llegaremos los primeros y no paramos. No somos veloces como los corredores de élite, pero quizá nuestra fortaleza radica precisamente en saber que somos diferentes a ellos, aceptar nuestras limitaciones y, aún con ellas, hacer cuestas, distancias, series, todo lo que podemos.

Cuando se corre para uno mismo, no cuenta el resultado final o la meta. Corriendo de esta manera sólo se puede ganar, porque siempre gana el que más disfruta.

Al final, somos los corredores lentos, pero felices, como dijo el gran José Alfredo Jiménez: “No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”.

POR ROSSANA AYALA

AYALA.ROSS@GMAIL.COM

@AYALAROSS1

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