La democracia mexicana confirmó ayer que su fortaleza no está en los partidos ni en los políticos y candidatos que los integran, los cuales siguen mostrándose inmaduros y soberbios. El mayor activo que tiene nuestro sistema democrático, y ayer volvió a reafirmarse, somos los ciudadanos, quienes a pesar de unas campañas nefastas, de candidatos ridículos y vulgares, y de partidos con un discurso anodino y que insisten en las viejas prácticas de presión y coacción a votantes, salimos masiva y pacíficamente a expresarnos en las urnas para mandar un mensaje de equilibrio y de mesura para los gobernantes y la clase política.
Porque al cierre de esta columna todos los partidos y candidatos se declaraban “ganadores” y ni uno solo reconocía posibles derrotas, en una muestra más de que, ya sean del partido gobernante o de la oposición, los políticos mexicanos siguen siendo el principal foco de tensión y de incertidumbre en nuestro sistema electoral por sus actitudes irresponsables y antidemocráticas, manchaban anoche una jornada comicial que, –sin estar excenta de incidentes de violencia y aparición de grupos de choque que vandalizaban casillas o robaban urnas en algunos estados—representa un ejercicio impecable de participación ciudadana que podría incluso rebasar los promedios históricos.
El problema es que mientras la ciudadanía hizo su parte y mandó mensajes muy claros sobre el sentido de su participación y de su voto, las fuerzas políticas insisten en repetir viejos vicios y comportamientos que no están a la altura de lo que mandan los votantes. Más allá de cómo se repartan los cargos en disputa, anoche se perfilaba ya en los conteos oficiales que Morena y sus aliados tendrán una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, pero también se veía una oposición que crece en alianza y que conformará, con el Bloque Legislativo del PAN-PRI-PRD un contrapeso importante al gobierno de López Obrador, mientras que MC y el PVEM se perfilan como los fieles de la balanza y se convierten en “bancadas visagra” que podrían fortalecer o al oficialismo o a la oposición, según para donde se mueva cada uno de esos partidos.
Mientras tanto en las gubernaturas, la competencia anoche se cerraba en por lo menos 5 estados que terminarán con ventajas mínimas y podrían irse a la judicialización de sus elecciones: es el caso de Nuevo León, donde la ventaja mínima de Samuel García no era aceptada por Adrián de la Garza, que también se decía ganador; Campeche, donde Layda Sansores le sacaba apenas 3 puntos al priista Christian Castro; Chihuahua, donde la ventaja de la panista Maru Campos era mínima sobre el morenista Juan Carlos Loera; San Luis Potosí, donde el panista Octavio Pedroza aventajaba por mínimo margen al verde Ricardo Gallardo, y Michoacán, donde el avance del PREP anticipaba un cerrado margen de 2 puntos entre el morenista Alfredo Bedolla y el aliancista Carlos Herrera Tello.
A reserva de lo que hoy confirmen los resultados del PREP y de cómo se resuelvan los estados más cerrados, anoche se perfilaba que Morena se llevaría entre 8 a 10 gubernaturas, mientras que la alianza PRI-PAN-PRD podría tener entre 5 y 6, y una posible para Movimiento Ciudadano.
Con base en esos resultados se puede decir que no fue una mala noche para Morena ni para López Obrador y que, contrario a la actitud pendenciera y hasta desesperada que mostró el presidente en los días previos, el resultado no le es del todo desfavorable porque conservaría una mayoría absoluta que le permitiría seguir aprobando el Presupuesto de Egresos federales en la Cámara de Diputados, con lo que garantiza los fondos para sus programas sociales y obras prioritarias, aunque sin la mayoría constitucional que pierde no podrá hacer más reformas a la Constitución o desaparecer a organismos autónomos.
La oposición, sobre todo el PAN y el PRI, tampoco pueden quejarse del respaldo que le otorgó casi la mitad de los votantes que, aún con los excesos, corrupción y fracasos de sus gobiernos y su muy medianas campañas y propuestas políticas, logran reposicionarse y aumentarán su presencia en el Congreso, junto con un PRD que, convertido ya en la rémora de la Alianza Opositora, lograría mantener su registro. Y por supuesto MC que emerge como la fuerza de oposición que más crecimiento tendrá en estas elecciones y que se vuelve un aliado estratégico para fortalecer al bloque de oposición en San Lázaro, mientras el PVEM sigue confirmando que, sin proyecto, sin ideología y sólo con el dinero que le inyecta a sus campañas, seguirá siendo el partido meretriz que, siempre se vende con el poder en turno.
Pero sería un craso error que, a partir de sus números y de su obsesión por declararse siempre ganadores y nunca reconocer derrotas, los partidos y el mismo gobierno, no supieran leer correctamente los mandatos de los ciudadanos. Porque si bien el presidente y su partido pueden cantar una victoria a medias, que no fue ni con mucho parecida al carro completo que tanto pregonaban ni mucho menos al “tsunami” de 2018, hoy casi la mitad de los votantes del país le dijeron a López Obrador que no están de acuerdo con todas sus acciones y decisiones, mucho menos con sus actitudes que dividen y polarizan a los mexicanos y tampoco se sienten seguros del rumbo que está tomando el país con su “transformación”. Si el inquilino de Palacio no sabe entender eso y se queda en la soberbia, cometerá un error que le puede costar el gobierno en 2024.
Por su parte los opositores que nunca se habían aliado y hoy decidieron hacerlo como un instinto de supervivencia, mal harían en creer que los electores que les dieron su apoyo les están refrendando la confianza o les están perdonando sus fallas y errores del pasado reciente. Claramente los llamados al “voto útil” funcionaron y los votos que reciben en alianza el PRI, el PAN y el PRD son más votos en contra de Morena y de López Obrador, que sufragios en favor de ellos. Que no se equivoquen ni se envanezca una oposición que aún unida, no pudo derrotar al oficialismo ni al presidente a tres años de su mandato.
Bien harían todos, el presidente, su partido y la oposición, en comprender que el mensaje de fondo, detrás de la gran participación ciudadana que marcará a estos comicios, es el reclamo de un sistema político con más equilibrios y contrapesos, sin tanta concentración nociva del poder en un solo hombre; pero también hay en el voto ciudadano un llamado a la madurez y al atemperamiento de todos nuestros actores políticos, empezando por el presidente y continuando por la oposición. Ahondar en divisiones, polarización y enfrentamiento entre mexicanos por motivos políticos, es algo que claramente no quiere la mayoría de este país, que hoy no está, claramente, ni en Morena ni con los opositores.