No, no hablamos de esas apasionantes historias que nos hacen desvelarnos o consumen nuestro tiempo viendo Netflix. Hablamos de otras series, no tan divertidas pero igual de dramáticas y siempre dolorosas. Son las series de entrenamiento, también llamadas “repeticiones”, que realizan los corredores para mejorar velocidad y rendimiento. Y son tan necesarias que tienes que hacerlas, pero tan cansadas y difíciles que te harán maldecirlas.
¿En que consisten las series? Es un entrenamiento basado en repetir varias veces una distancia corta a un ritmo fuerte con un descanso o recuperación entre cada repetición. Las series hacen que el corazón suba de pulsaciones rápidamente para responder a la exigencia del ejercicio, pero que también se recupere rápido después del mismo. Estos cambios de ritmo fortalecen al corazón y nos hacen capaces de ir más rápido de forma sana y segura.
No es recomendable hacer series si eres un corredor principiante y aun si eres ya un corredor habitual, conviene hacerse una prueba de esfuerzo, por lo menos una vez al año, para descartar problemas cardiacos, lo que te ayudaría también a conocer tus umbrales aeróbicos y anaeróbicos, que pueden ser buenas referencias a la hora de enfocar un entrenamiento.
¿Cómo hacer las malditas series? Primero con mucha valentía, porque son muy duras. No quiero asustar a nadie, pero cuanto más cortas son las distancias es mayor el castigo y el esfuerzo, por que son más las repeticiones, con menos tiempo de descanso entre una y otra y el ritmo debe ser mucho más rápido. Para un corredor acostumbra- do al trote tranquilo y a frecuencias cardiacas moderadas, las series suponen un auténtico calvario, aunque no dudo que existan masoquistas que las disfruten.
Por ejemplo, cuando haces series de 400 metros, el primer tramo casi ni se siente, corres cual gacela en la pradera, te sientes invencible y te paras a descansar entero; pero en los segundos 400, esa sensación desaparece, las cosas se empiezan a poner difíciles y es más duro terminarla. Ya para el tercer tramo, los primeros 200 metros te cuestan como 1000, respiras con dificultad y empiezas a saber lo que es amar a Dios en tierra ajena; cada 50 metros los sientes como un gran logro y ya en los últimos, sientes que el corazón se te sale del pecho y sólo quieres terminar los 400 sin vomitar la cena y el desayuno juntos. Y eso tienes que repetirlo de cinco a 10 veces.
Al final las series, como cualquier entrenamiento, tienen el mismo objetivo: forzar al cuerpo y exigirle que dé más, sacarlo de su zona de confort y prepararlo para lo imposible. Es doloroso, sí, pero es la única forma de mejorar y progresar en tus tiempos de carrera y hacerlo te deja la satisfacción de saber que estás dando un extra. Así que la próxima vez que pienses en las malditas series, no pienses sólo en tirarte a la cama con tu control remoto, sino en repetir una y otra vez una distancia hasta que tu cuerpo y tu espíritu se vuelvan más duros y tu corazón más fuerte.