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jueves, diciembre 26, 2024

Obsesión

Cuando la sufrimos, perdemos la perspectiva de que somos corredores amateurs, no atletas profesionales

La obsesión es uno de los grandes enemigos de los corredores. Cuando nos exigimos demasiado y al correr dejamos de disfrutar, comenzamos a obsesionarnos. De ser nuestro deporte, nuestra afición, nuestro gusto, se convierte en una obligación que afecta nuestra salud física y mental y que, llevada al extremo, puede hasta causarnos la muerte.

Cuando nos obsesionamos perdemos la perspectiva de que somos corredores amateurs, no atletas profesionales, no vivimos de correr. Si empezamos a ver los entrenamientos como trabajo en el que debemos lograr tiempos y distancias y si no sufrimos y dudamos de nuestras capacidades, estamos obsesionados. Nos da por subir nuestras marcas a las redes sociales, que todos se enteren cuánto corremos, como si lo hiciéramos para los demás y no para nosotros mismos. Olvidamos correr por gusto y porque nos aporta felicidad. En ocasiones, la frase querer es poder nos juega una mala pasada, la mente nos extiende cheques que el cuerpo no puede pagar. Y las redes sociales están llenas de frases motivacionales que no dimensionan la realidad, de que la voluntad, aunque importante, no lo es todo.

La mayoría corre su primer maratón sin suficiente preparación. Esta prueba no está hecha para todos, pero actuamos como si fuera la única meta importante. Lo más grave es que las autoridades que organizan maratones, como el de la Ciudad de México, no exigen a los corredores un certificado médico que avale la salud para un esfuerzo de tal magnitud. Es lo mismo que cuando te extienden la licencia de conducir sin comprobar si eres apto para manejar. En ambos casos, autoridades negligentes y recaudatorias, ponen en riesgo la vida de los ciudadanos a los que extienden los permisos.

Prueba de ello son las muertes de participantes en el maratón de la CDMX. En 2013, Jorge Saldaña, de 38 años, falleció de un paro respiratorio por infarto al miocardio en el Hospital de Xoco, a donde llegó sin vida tras desplomarse en plena carrera; ese mismo año, otro joven de 35 años, Víctor Lara, fue internado por daño neurológico. En la XXIII edición del 2015, Erick García, de 30, quedó tendido en Insurgentes, tras sufrir un infarto adelante del kilómetro 30.

Otro síntoma de obsesión es cuando ponemos en peligro ámbitos importantes de nuestra vida como la familia y los amigos. Los convertimos en víctimas de nuestras actividades, horarios de entrenamiento o planes alimenticios. Ya no salimos a cenar o a tomar un trago, porque tenemos que entrenar; ya no queremos hacer un paseo familiar porque tengo que correr.

Dejemos de lado la presión, la presunción y las marcas. Los kilómetros cuentan sólo para nosotros. Quitémosle la sensación de obligación y volvamos al origen, al placer de correr por correr; como cuando éramos niños y sentíamos, al correr, que volábamos veloces y hasta nos veíamos en cámara lenta, pero siempre felices, dichosos, celebrando la vida…

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