El triunfo de Donald Trump no sólo noqueó al peso mexicano y puso a temblar a la economía nacional, además del duro golpe que significó para el ánimo y la certidumbre de los mexicanos; la victoria del magnate también tiró a la lona la aprobación del presidente Enrique Peña Nieto, que cayó a su nivel más bajo en la encuesta nacional de EL UNIVERSAL, a pesar del optimismo y la normalidad con la que el mandatario mexicano y su gobierno se tomaron el resultado electoral en los Estados Unidos.
Según el sondeo elaborado por Buendía y Laredo para El Gran Diario de México, la calificación del presidente descendió a su nivel más bajo desde que se realiza esta encuesta, al registrar apenas un 25% de mexicanos que aprueban el trabjo de Peña Nieto, contra 66% que lo desaprueba. Es decir, que tan sólo 1 de cada 4 mexicanos aprueba el desempeño presidencial, mientras que 7 de cada 10 reprueban la forma de gobernar del mandatario en turno. Peña cayó 4 puntos desde la última encuesta nacional realizada en julio de 2016 cuando 29% todavía lo aprobaba.
Y si la aprobación del presidente cayó entre los mexicanos en general, la caída es todavía peor entre los priistas, pues casi el 50% de los que dicen ser militantes del partido del presidente (48%) reprueba la forma en que gobierna Peña Nieto, es decir que sólo 1 de cada 2 de sus correligionarios lo apoyan. Este último dato confirma que de haber sido un importante activo para el PRI, la imagen y el gobierno de Peña se han convertido en un severo lastre para el priismo que, además refleja esa inconformidad hacia el presidente y su grupo gobernante en una fuerte división interna que se agudizó tras las derrotas sufridas el pasado 5 de junio en los estados, la salida intempestiva de Manlio Fabio Beltrones, y la “burda imposición” que significó la llegada de Enrique Ochoa Reza a la dirigencia priista.
Cuando le preguntaron a los encuestados sobre la peor acción de Peña Nieto y su gobierno, lo más mencionado, con 12% fueron las Reformas estructurales impulsadas por el presidente, mientras que lo segundo más rechazado fue su actuación en materia de inseguridad/delincuencia y la tercera acción que más molestó a los mexicanos de este gobierno fue la reunión con Donald Trump el pasado 30 de agosto, en plena campaña electoral de los Estados Unidos.
Es decir que Trump no sólo fue un problema para Peña desde su repudiada visita y el trato lisonjero que le dio en Los Pinos, pues casi 70% sigue considerando, aún después de que el magnate ganara el pasado 4 de noviembre, que el presidente se equivocó con eso y ofendió a los mexicanos, sino que además su triunfo, que para Los Pinos representaba una “victoria política” pues les dio la razón en su apuesta y en los argumentos que manejaron para haberlo invitado, no necesariamente tuvo un efecto positivo para el presidente en la opinión de los mexicanos que evalúan su desempeño a través de las encuestas.
El otro factor que, según Buendía y Laredo pudo influir en la caída de 4 puntos en la aprobación presidencial, fue la licencia y fuga de Javier Duarte, el gobernador con licencia a quién el presidente Peña Nieto promovió y apoyó en su campaña como “la cara del nuevo PRI”, y a quién luego protegió como gobernante a pesar de las denuncias por desvíos millonarios de partidas federales (35 mil millones de pesos) que desde el 2013 documentó la Auditoría Superior de la Federación e hicieron varios sectores veracruzanos. Hoy que Duarte está prófugo y que se sabe, por fuentes directas de la PGR que el nuevo procurador Raúl Cervantes Andrade, recién nombrado por el presidente, fungió como abogado y realizó gestiones a favor de Duarte, el tema impactaría aún más a la baja la aprobación presidencial en mediciones más recientes.
Así, entre Trump y Duarte, Peña Nieto seguirá en la lona en las encuestas de aprobación, en los niveles más bajos desde que se realizan ese tipo de mediciones. Así llegará a las elecciones del próximo año en el Estado de México, consideradas clave para la sucesión presidencial, y no se ve como esos números negativos en la calificación presidencial se puedan revertir antes de la elección del 2018 en las que, de acuerdo a los sondeos actuales, el PRI podría no solo perder el poder, sino caer hasta el tercer lugar de la votación nacional. De ese tamaño es el “efecto Peña Nieto” para su partido y también el “efecto Trump” para el presidente mexicano.