Si corres, eres un corredor. No importa si eres profesional, amateur, joven, adulto o adulto mayor. Tampoco importa si eres lento o rápido; si corres 1 km o un maratón; si llevas una semana, meses o años corriendo; mucho menos si usas tenis de marca o ropa de deportiva de última moda o alta tecnología. A tu manera, con tus propias motivaciones, ambiciones y objetivos, sólo por el valor y el enorme esfuerzo y voluntad de pararte y salir a correr, eres un corredor. Que nadie te diga lo contrario.
A pesar de que hay corredores amateurs elitistas que se creen dioses griegos y sienten que flotan por las pistas con su oufit perfecto, ellas y ellos con cuerpos fit, enfundados en licras ajustadas, mirando con desdén y hasta con cierto desaire a los “corredores mortales” (llenitos, mayores, flaquitos, desgarbados, y patulecos sin técnica), al final el mismo valor tiene el esfuerzo de los que sienten que corren perfecto, que los que están luchando, con sus medios y posibilidades por aprender a correr.
Porque esto de correr no siempre fue un deporte popular y si hubo épocas en que era algo reservado para los atletas profesionales, entonces sí era algo elitista, aunque los amateurs ya empezaban a reclamar un espacio en los podiums. Para finales de los años 80, el Maratón de Nueva York cumplía ya su 20 aniversario, y aunque los atletas profesionales acaparaban los primeros lugares, cada vez había más amateurs obsesionados con imponer marcas y terminar los 42 kilómetros por debajo de las 3 horas.
En 1987, la famosa conductora estadounidense Oprah Winfrey, entonces una mujer regordeta de 33 años, motivó a muchas personas a correr, cuando, ante las cámaras juró en su popular programa que correría un maratón antes de cumplir los 40 años. Para 1994 la conductora, con un cuerpo escultural y moldeado por el ejercicio, cumplió su promesa y corrió el maratón de los Marine Corps, en Washington. Gente que jamás se había planteado correr hasta entonces, ahora inspirada por Oprah, se puso los tenis y salió a correr a las calles.
Hoy en día sólo basta con observar parques, avenidas y gimnasios de ésta y la mayoría de ciudades del mundo, a cualquier hora, para darnos cuenta de que cada vez más gente corre. Y cada uno lo hace con sus propias motivaciones y metas.
Por eso si alguien tiene la desfachatez de decirte que no eres un corredor, porque no tienes la mejor técnica o no lo haces a diario o no tienes el aspecto de un héroe griego, o no usas la ropa más cara y de moda; mándalo a volar o simplemente ignóralo.
Si tu corres, y te esfuerzas por hacerlo constantemente, de forma disciplinada y con metas establecidas, pones a prueba tu mente, tu cuerpo, convives con el dolor y el cansancio pero no te dejas vencer por ellos y haces algo por ti dando en cada kilómetro un poco más de sentido a tu vida, no hay duda, eres un corredor.
POR ROSSANA AYALA
AYALA.ROSS@GMAIL.COM