En mis casi 30 años de ejercicio periodístico, 20 de ellos haciendo todos los días esta columna, nunca vendí mi pluma ni la puse al servicio de nadie. Quienes me conocen, familia, amigos, políticos y personajes públicos, pero sobre todo los lectores que han seguido mi trabajo en estas dos décadas, saben que este espacio siempre se ha orientado a informar al lector y a intentar compartirle información vedada de los entretelones públicos y políticos, siempre pensando más en el ciudadano que me lee que en el político que se busca a él o a sus adversarios en mis textos.
Por compromiso personal y ético, nunca redacto información ni comentarios o análisis en este espacio por consigna o encargo de nadie; no lo hago para atacar dolosamente y menos para elogiar o ensalzar a personajes, y siempre me mueve el interés humilde de decir algo que aporte, aunque sea un mínimo, al entendimiento de la vida pública o al conocimiento y la crítica de los personajes que detentan y ejercen el poder. Comencé a escribir columna en 1999, el último año del gobierno de Ernesto Zedillo, y desde mis primeros textos critiqué y cuestioné al presidente y de ahí para abajo; lo mismo hice luego con Vicente Fox y su fallida alternancia, con el sangriento sexenio de Felipe Calderón y con el gobierno frívolo, reformista y corrupto de Enrique Peña Nieto. Todo eso no son sólo palabras mías en este texto, sino trabajos y columnas publicadas y disponibles en cualquier archivo hemerográfico o en la memoria digital del internet o de los diarios en los que he trabajado.
Cuando nació el movimiento de Andrés Manuel López Obrador, a quien he seguido desde que fue presidente del PRD, candidato y luego jefe de Gobierno del DF, y en sus tres campañas presidenciales, siempre lo cubrí y reporteé de la manera más imparcial, crítico también pero siempre consignando el liderazgo social que se movía en torno del personaje. Su campaña del año pasado, cuando se sabía desde antes que su triunfo era prácticamente inevitable, fue relatada aquí con objetividad e imparcialidad, sin ceder a las presiones de grupos que, en un ambiente tan polarizado, exigían lo mismo rendirse ante el fenómeno político y quemarle incienso, que atacarlo y denostarlo como una forma desesperada de reconocer la derrota anticipada de otros candidatos.
Por eso hoy, que como presidente de la República, López Obrador es objeto de crítica en este espacio, tal como lo fueron todos sus antecesores, la respuesta intolerante de algunos grupos internos y externos de su gobierno, que intentan intimidar y acallar el ejercicio y el derecho a esa crítica, pretenden manipular y engañar diciendo falsedades y calumnias, como que “sólo a él lo critican, pero no a los anteriores presidentes”. Falso. “Lo atacan porque no les da dinero o chayote como les daban los anteriores”. Falso. “Lo cuestionan porque son conservadores y no quieren que el país cambie positivamente o se pierdan sus privilegios”. Doblemente falso.
Tan falsos son esos argumentos que muchos, de identidad dudosa, repiten desde el anonimato de las redes sociales, como las afirmaciones hechas desde instancias de gobierno en las que se asegura que a este columnista “le pagaron dinero a cambio de no publicar información” o que “les daban recursos públicos para que hablaran bien del gobierno de Peña Nieto”.
En aras de la verdad y la transparencia para con mis lectores, pero también en contra de las mentiras, falsedades o medias verdades que esparcen lo mismo desde el gobierno que desde cuentas anónimas en las redes sociales, publico aquí las cantidades, montos y conceptos de publicidad oficial que, legal y transparentemente, en operaciones facturadas y reportadas a la Secretaría de Hacienda, que cobró los respectivos impuestos, me fueron enviadas en forma de campañas de difusión, banners y mensajes de distintas dependencias del gobierno federal para ser publicadas en la página de internet que edito y administro.
Esa página creada primero para difundir contenidos y noticias del programa de radio “La Chuleta”, en el año 2011, y después, ante la salida del aire de ese programa en mayo de 2012, por presiones y censura del grupo político de Peña Nieto, transformada en el 2014 en la página digital de esta columna, Serpientes y Escaleras.
Desde algunas dependencias federales, a partir del año 2013, me solicitaron publicar campañas de difusión de programas gubernamentales. Y cuando digo “me solicitaron”, me refiero a que yo nunca pedí ni busqué y mucho menos toqué la puerta de algún funcionario público para solicitarle que me diera publicidad. Campañas en montos de 60 mil, 100 mil y quizás la mayor que alguna vez me pidieron publicar de 400 mil pesos, todas relativas a temas públicos como campañas de vacunación, temporada de huracanes, difusión de obras o programas sociales, me eran enviadas por algunas áreas de comunicación, algunas de las cuales me comentaban que habían logrado sacar “algo de publicidad para tu página, porque no te quieren en Los Pinos, te tienen en una lista negra de periodistas críticos del presidente Peña”. Algunos incluso, comunicadores conocidos, me referían que cuando solicitaban en sus presupuestos incluir mi página, la respuesta de Alejandra Lagunes, quien autorizaba los planes de publicidad, era que “no, a Salvador no porque siempre le pega al presidente”.
Cada una de esas campañas, que fueron publicadas de acuerdo a lo solicitado y a la normatividad oficial, respaldadas con testigos de las publicaciones y facturadas con facturas oficiales, aparecen en los registros públicos de publicidad oficial. Y nunca, por ninguna de esas campañas ni por los pagos facturados, recibí ni acepte ningún tipo de condicionamiento editorial o de manejo informativo y mucho menos de ensalzamiento de funcionarios públicos o del presidente en turno, no sólo en este espacio sino en las distintas colaboraciones que tengo el privilegio de hacer en medios electrónicos y digitales.
Por eso mienten quienes dicen que esos pagos de publicidad oficial eran a cambio de coartar mi libertad crítica e informativa, y miente también el presidente cuando ayer, al pretender deslindarse de la filtración de una lista de pagos de publicidad a periodistas, desliza con evidente malicia que se trató de “publicidad con fines informativos”. Al menos en mi caso nunca fue así, nunca elogié al régimen, ni al presidente, y mucho menos a sus colaboradores, ni tampoco ataqué a ningún adversario u opositor, incluido el propio López Obrador, a cambio de esa publicidad. Y reto aquí a que alguien me muestre una columna o un comentario en radio o televisión, que demuestre lo contrario.
En el año 2013, con la razón social “La Chuleta es la Chuleta”, originalmente creada para recibir el pago del programa de radio del mismo nombre, facturé 5,111 pesos a la Comisión Nacional del Agua por concepto de un banner publicado. En 2014 facturé una campaña por 34,800 pesos a la Secretaría de Salud. En 2015 facturé dos campañas de 40,600 pesos cada una a Pemex, y una de 60,000 mil pesos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. En 2016 facturé 81,200 pesos por una campaña de difusión a Pemex, 120,000 de una campaña de la Comisión Ejecutiva del Fondo de Vivienda del ISSSTE, y 149, 999 de otra campaña del ISSSTE. En total, en esos tres años, con la razón social mencionada, se facturaron 681,036 pesos. Todas esas cantidades incluyen el IVA.
A partir de abril de 2016, debido al exceso de trámites y requerimientos de normatividad legal y fiscal, y al no tener personal que se ocupara de esos trámites, contraté los servicios de la agencia comercializadora de medios, denominada Commercial Media Bizcom, S.A. de C.V. constituida legalmente y registrada ante la Secretaría de Hacienda. A través de ellos se recibieron en ese año campañas de Hacienda, por 40,000, Sedesol por 100,000, Pemex 80,000, Secretaría de Salud 119,999, SCT 69,000 y del IMSS cinco campañas una de 27,000, dos de 12,179, una de 27,839 y otra de 13,919. El total facturado por BIZCOM fue de 503,386.47 de los cuales ellos cobraron una comisión del 20%.
Para 2017, Bizcom facturó campañas de difusión publicadas en la página Serpientes y Escaleras, dos de 60,000 del Fovissste, cuatro campañas de Liconsa por 231,000, dos campañas de Salud por 96,000, tres campañas de Pemex por 217 mil pesos, una campaña de Función Pública por 99,999, seis campaña del IMSS por 239, 996, una de Sedesol por 200,000, otrs de SCT por 249,000, una de Banobras por 319,000, y una campaña más de Sedatu por 399,000. En total Bizcom facturó ese año 2,065,000 de los que cobró su comisión del 20%.
Finalmente, en el año 2018, la misma comercializadora facturó 9 distintas campañas al IMSS por un total de 461,563, dos campañas a Pemex por 102,312, a Lotería Nacional ocho campañas por 199,998, y a Zonas Económicas Especiales una por 100,000, dos campañas a Salud por 99,910, una a Comisión Nacional del Agua por 200,000, a Pronósticos Deportivos 22 campañas por 320 mil pesos. En total ese año, Bizcom facturó 1,439,000, cantidad de la cual yo recibí el 80%.
De todas esas operaciones hay registros contables, archivos de respaldo de cumplimiento de normatividad legal en materia de publicidad oficial y declaraciones fiscales de pago de impuestos. No tengo nada que ocultar porque todo eso es público. Rechazo categóricamente haber aceptado condición alguna o servicio editorial a cambio de esos pagos de publicidad y difusión oficial. Tengo dos hijos y una esposa, y a los tres los puedo mirar a los ojos, al igual que lo hago ante los lectores y mis directivos, con la transparencia y claridad de quién tiene la conciencia tranquila.
Los dados seguirán girando, siempre con honestidad intelectual, ética periodística y libertad de crítica. Sin dejarse intimidar ni acallar por ataques y calumnias.