La semana pasada, en el Triatlón Santander que se llevó a cabo en España, ocurrió un hecho de los que poco se ven en el deporte en general y en el atletismo en particular: un corredor que estaba cerca de cruzar la meta se equivocó, dio una vuelta mal, y el atleta que iba detrás de él, que lo rebasó por su error, se detuvo de pronto y esperó a que su rival, que se había equivocado, cruzará la meta primero que él. Los asistentes se sorprendieron cuando el joven Diego Méntrida prefirió perder el tercer lugar en la prueba, y un lugar en el pódium, antes que aprovecharse del error del inglés JamesTeagle, que lo había superado durante toda la carrera.
“Al ver cómo se equivocaba, inconscientemente me paré. Él se lo merecía”, dijo el corredor, cuyo gesto de solidaridad, deportividad y juego limpio se volvió viral, al circular el video en el que se le ve frenarse y renunciar a un premio por hacer lo que consideró correcto. Diego no sólo se llevó el aplauso del público y el reconocimiento del mundo del atletismo, sino que su acción fue reconocida por los organizadores del triatlón, quienes decidieron otorgarle el “tercer lugar honorario”, como reconocimiento “al noble gesto en la línea de meta”, por lo que el joven madrileño, que corría para el equipo Ecosport de Alcobendas, recibió el mismo premio en metálico que el inglés Teagle, que fue el tercer lugar oficial.
Y aunque muchos lo reconocieron y elogiaron su generosa actitud, en el mundo de los corredores también hubo quienes cuestionaron si un atleta profesional debe de hacer lo que hizo Diego Méntrida, o si debe ganar y cruzar la meta sin dejarse influir por un error de su rival. Es un debate que no es nuevo y en el que se plantea si el profesionalismo y el objetivo de ganar, que guía a cualquier atleta en una competición oficial o profesional, debe ponerse por encima de todo.
No es la primera vez que algo así sucede en carreras profesionales. En 2013 otro atleta español, Iván Fernández Anaya, campeón de España en los 500 metros, iba segundo lugar en el Cross de Burlanda, Navarra, y delante de él, en el primer sitio, iba el corredor keniata Abel Mutai, quien se confundió y creyó que ya había cruzado la meta, por lo que aflojó el paso y se salió de la pista. Al percatarse del error de su rival, Iván, que pudo haber seguido y cruzado como primero, alcanzó a Mutai y, señalándole su error, lo dirigió hasta donde se encontraba la línea final para que avanzara en el primer lugar. Es decir, que el corredor español se dejó ganar por ayudar a su rival.
Las reacciones en aquel momento también fueron polémicas. “Hice lo que tenía que hacer. Él era el ganador legítimo. Él creó un vacío que no podía haber cerrado si no hubiera cometido un error. Tan pronto como vi que se detenía, yo sabía que no merecía ganar”. Mientras muchos le reconocieron al joven promesa de España su gesto, otros, como su propio entrenador, Martín Fiz, lo cuestionó duramente: “Fue un gesto muy bueno de la honestidad (…) Un gesto como el que no se hace nada más. O más bien, de esos que nunca se han hecho. Un gesto que yo mismo no hubiera hecho. Sin duda se han aprovechado de ello para ganar. El gesto le ha hecho una mejor persona, pero no un mejor atleta. Él ha desperdiciado una ocasión. Hay que salir a ganar”, dijo el entrenador.
Hubo otro caso similar, pero con un resultado distinto. En 1994, en la Maratón de Nueva York, dos mexicanos se disputaban el primer lugar y eran los punteros en casi toda la carrera. En el kilómetro 40, a sólo 2.5 km de la meta, Germán Silva, de Puebla, y Benjamín Paredes, del Estado de México, iban separados apenas por unos metros; Silva se adelantó y se salió de la ruta sin darse cuenta, momento que su compatriota Paredes aprovechó para tomar la delantera. Cuando el poblano se percató de su error rectificó el camino, pero ya su paisano le había tomado ventaja. Lejos de rendirse, Germán apretó el paso y, en uno de los finales más impresionantes del atletismo, alcanzó y rebasó a Benjamín, apenas unos metros antes de la meta, para ganar el maratón.
¿Qué hubiera pasado si Benjamín Paredes hubiera hecho lo que los españoles DiegoMéntrida e Ivan Férnandez? Tal vez el resultado hubiera sido el mismo, pero eso nunca ocurrió. Quizás porque los dos finalistas eran mexicanos y, como dice la creencia popular, “un mexicano no siempre ayuda a otro mexicano”, por aquello de la metáfora de la cubeta y los cangrejos.
¿Ustedes que dicen? ¿Debe o no un atleta detenerse y dejarse ganar si su rival comete un error, o de plano seguir su camino y cruzar la meta? Vaya dilema.