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jueves, octubre 3, 2024

Correr es una droga

No a todo al mundo le gusta correr. Hay quienes prueban correr y lo dejan, hay otros que los únicos maratones que conocen en su vida son los maratones de las series de Netflix, que devoran tumbados en un sofá, pero quien sí corre y gusta de practicar habitualmente este deporte, sabe que existe un punto, un límite, que cuando lo cruzas ya no hay vuelta atrás: es la línea que divide el correr por obligación, por salud o por necesidad, del placer por correr.

Es cuando empiezas a sentir y experimentar emociones que disfrutas y otras que sufres, todo ocurre dentro y entonces, sin darte cuenta, te conviertes en corredor, así corras un par dekilómetros o 100.

Desde el punto de vista científico siempre que se habla de correr y de emociones, se habla de endorfinas. Éstas son neurotransmisoras, es decir, sustancias bioquímicas producidas por el cerebro que transmiten información entre las neuronas.

Las endorfinas tienen propiedades analgésicas y excitantes, incrementan el estímulo del sueño, la sed y el hambre, también son capaces de regular el humor. Las endorfinas se activan en situaciones de estrés, ayudan al organismo a soportar mejor el cansancio, dan un extra de buen humor, satisfacción y felicidad al individuo.

No todos los científicos están de acuerdo con la relación endorfina-felicidad, pero muchos corredores hablan de sensaciones fuera del contexto racional. Geraldino Silva, maratonista portugués, que ha recorrido el mundo, me contó de su experiencia al correr el Maratón de Romayo no soy muy creyente –dijo–, pero en un tramo del maratón entré como en una especie de trance, sentí cómo mi alma se desprendía de mi cuerpo y podía verme a mí mismo desde las alturas. La experiencia fue hermosa y espiritual; después, al revisar la ruta, descubrí que eso me sucedió justo al pasar frente al Vaticano.

La intensidad de las emociones que viven muchos corredores, profesionales o no, son tan profundas que muchos de ellos las comparan con el amor y la pasión. Es tal el grado de dependencia emocional que produce la carrera, que no pueden pasar un día sin correr, no importa el clima o una lesión, porque correr les mejora la vida, aunque también pasan por periodos de crisis y alejamiento, pero siempre mantienen viva la pasión por correr. Nada como el amor por algo o por alguien puede transformar tanto a una persona. Y cuando se corre con y por amor, podemos rayar en la locura y hasta la adicción.

Ya sea por efecto de las endorfinas o sólo por el instinto humano de repetir aquello que le produce sensaciones agradables, correr amplía la capacidad de sentir, tanto en lo físico como en lo emocional. Conduce a una plenitud, se goza, se sufre y llega a hacerse tan necesario e indispensable en la vida de muchos, como el amor o tan adictivo y dependiente como una droga. Y tú, ¿amas correr?

@AYALAROSS1

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