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sábado, julio 27, 2024

Fluir paso a paso

Y una vez unidos cuerpo, mente y tierra, nuestra postura mejora, nuestros pasos se hacen más ligeros. Ya no luchamos en contra de los pensamientos; fluyen

No corren, fluyen; armonizan sus pasos al ritmo de un mantra. No buscan medallas olímpicas, no se entrenan para un Ironman; ni los patrocina alguna marca, pero al final de su preparación llegan a correr 84 km diarios durante 100 días consecutivos, sólo para alcanzar la plenitud espiritual y la iluminación.

Estos atletas son los llamados monjes maratonistas del Monte Hiei, al norte de Kioto, Japón, en donde tienen su templo. A diferencia de la mayoría de los budistas, creen que la iluminación puede conseguirse en una sola vida, después de cumplir con una práctica que consiste en correr durante siete años.

En esos siete años deben completar 1000 maratones corridos. Al final de su preparación espiritual, el monje ha recorrido unos 46 mil kilómetros y podrán pre- decir el tiempo por la forma de las nubes y el olor del aire, sabrán qué pájaro está sobrevolando su cabeza sin ni siquiera mirarlo y podrán volar más que pisar los caminos del Monte Hiei, según reza su filosofía.

En su libro, The marathon monks of Mount Hiei, el experto en budismo, John Stevens, explica que mientras corren, los monjes mantienen una profunda respiración abdominal y trotan a la misma velocidad lo mismo en cuestas que en los descensos. Descansan solamente 2 o 3 horas cada noche, por lo que han aprendido a descansar mientras corren. La base de su entrenamiento es la meditación, la respiración, la concentración y la voluntad.

Otro budista, Sakyong Mipham, lama en el exilio, y autor del libro Correr y Meditar, corre todas las mañanas y recorre el mundo predicando que la bondad natural del hombre puede transformar el mundo.

Para Sakyong correr y meditar son actividades humanas básicas que se complementan. La clave radica en ser conscientes de quiénes somos y dónde estamos, conectarnos con el firme propósito de armonizar nuestro cuerpo y nuestra mente, con nuestro bienestar interior, usar los desafíos de la carrera como una forma de enfrentar el reto de nuestra existencia.

Todos lo hemos sentido alguna vez cuando corremos, sucede incluso, después de los momentos de mayor dificultad, esfuerzo y dolor físico. Cuando nos concentramos en la respiración, en nuestra zancada y nos centramos en nosotros mismos, en nuestro cuerpo y sentimos que nos conectamos a la tierra que vamos pisando.

Y una vez unidos cuerpo, mente y tierra, de pronto nuestra postura mejora, a la vez que nuestros pasos se hacen más ligeros. Ya no luchamos en contra de los pensamientos, éstos fluyen y volvemos al momento presente y a la armonía de nuestros movimientos. No quisiéramos que esa sensación desapareciera, por eso la disfrutamos y nos sentimos dichosos porque corriendo nos podemos conectar con nuestra fuerza interior.

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