La fractura hace tiempo anunciada en Acción Nacional se confirmó ayer con la renuncia de Margarita Zavalatiene y tiene un responsable directo: Ricardo Anaya Cortés. El dirigente tensó tanto la liga con su doble papel de líder nacional y aspirante presidencial –con decisiones que siempre antepusieron el interés de su proyecto, por encima del interés de unificar al partido— que terminó por reventar la frágil cohesión interna del panismo que hoy no sólo pierde a una militante de toda la vida y a una posicionada aspirante presidencial, sino a toda una corriente de panistas y votantes apartidistas que se irán con Zavala.
Era cuestión de tiempo para que las ambiciones personales del joven Anaya terminaran por apurar y hacer público un rompimiento que, en los hechos, ocurrió desde el 2012 con la caída del poder del panismo y la derrota en la Presidencia de la República. La división que comenzó Gustavo Madero en su enfrentamiento con Felipe Calderón y que se trasladó después al grupo del ex presidente en el Senado, fue algo que en principio pareció resolver el político queretano cuando llegó formalmente a la presidencia del PAN en 2015, cuando traicionó a su mentor Madero para pactar y acercarse a los otros grupos, incluidos los calderonistas, a los que garantizó cierta inclusión.
Pero ocurrió que, una vez sentado en la silla, Ricardo Anaya comenzó a ver el crecimiento de su imagen, apoyado siempre en la publicidad y los tiempos oficiales del partido y, convencido y alentado por su entonces amigo Luis Videgaray y por el mismo presidente Peña Nieto, comenzó a verse como “la opción” para el PAN en el 2018 y, con su pacto de entonces con Los Pinos, se creyó definitivamente que no había nadie mejor que él para abanderar un intento panista de volver al poder. Fue a partir de entonces cuando comenzó a operar internamente para hacerse del control casi total de los órganos internos del partido, desplazó a los calderonistas de las posiciones de poder en el Congreso y comenzó, desde adentro, con la estructura y los recursos del partido, a construir su candidatura presidencial.
Todo ese tiempo Anaya se dedicó a emular los pasos del priista Roberto Madrazo en 2006, e igual que el tabasqueño en su momento en el PRI consolidó sí un liderazgo sólido, pero al mismo tiempo se fue cerrando con su grupo y fue lastimando y aislando a otros liderazgos en el PAN con los que nunca pudo dialogar y conciliar como dirigente.
EL CHANTAJE DE MARGARITA Y LA CREACION DEL FRENTE
Cuando vieron la fuerza interna que había cobrado Anaya, con el control casi del 90% del Consejo Nacional del PAN, los Calderón ya habían trazado la ruta de “emergencia” para la candidatura presidencial de Margarita Zavala: “Voy a ser candidata con o sin el PAN”, declaró desde hace varios meses la ex primera dama que desde entonces percibía claramente dos cosas: la primera que su carisma y su popularidad crecían más afuera que adentro del partido y, la segunda, que el férreo control de la estructura panista copada por los anayistas, iba a tratar de llevar la decisión del candidato, en su método y sus tiempos, al terreno y las condiciones que más favorecieran a Ricardo Anaya.
La señora Zavala y su esposo, el ex presidente, siempre tuvieron claro que, en términos llanos, era al mismo tiempo chantaje y advertencia: si Anaya se aferra y se impone con su fuerza y control internos –con los que incluso llegó a humillar a Felipe Calderón en reuniones de Consejo— entonces Margarita se va por la vía independiente.
Paralelamente, mientras crecía la tensión entre Anaya y Zavala, el otro aspirante, Rafael Moreno Valle, se dedicó a su estrategia de consolidar sus redes dentro del panismo a fuerza de armar una estructura “muy bien aceitada” con recursos económicos suficientes en los cinco estados claves del blanquiazul. El ex gobernador de Puebla apostó, inteligentemente, a convertirse en “la otra opción”, una suerte de tercero en discordia, si el enfrentamiento entre Margarita y Ricardo terminaba por hacer estallar una crisis interna.
Pero en el camino, Ricardo Anaya cambió su estrategia y, de ser un aliado cercano de Peña Nieto y amigo de Videgaray, con quienes incluso negoció la candidatura de Josefina Vázquez Mota en el Estado de México en Los Pinos, a la que luego abandonó y traicionó cuando el PRI de Alfredo del Mazo decidió golpearla y tirarla para tener un enfrentamiento directo con Morena, el llamado joven maravilla entró en conflicto con el gobierno peñista al intentar chantajear al presidente para que le entregara la gubernatura de Coahuila a cambio de legitimar el cuestionado triunfo de Del Mazo en los comicios mexiquenses.
Ahí fue cuando Anaya reventó la liga de su cercanía con Los Pinos y se distanció de su promotor Videgaray; Peña se negó a entregarle Coahuila cuando le mostraron cifras que confirmaban el triunfo del priista Miguel Riquelme, y comenzó entonces el enfrentamiento que llevaría después al dirigente del PAN a declararle “la guerra” al gobierno federal y al PRI y a utilizar la bandera de la Fiscalía General de la República –que él mismo aprobó y negoció en su momento, primero para Jesús Murillo Karam y luego para Raúl Cervantes— como el estandarte con el cual se declaraba nuevamente un político “de oposición” y promovía la conformación de un frente opositor.
Para crear el Frente, el dirigente convenció a los panistas de que era la opción que más les convenía para pelear la presidencia porque solo el PAN no podía ganar, pero en alianza, se convertía en una fuerza real para enfrentar a Andrés Manuel López Obrador. Cuando Zavala y Moreno vieron pasar el tiempo y constataron que Ricardo Anaya se apropio del Frente y que no había señales de apertura para elegir a los candidatos, se unieron y en una carta firmada junto al gobernador perredista Silvano Aureoles y con el apoyo de Miguel Angel Mancera, pidieron públicamente una “elección abierta” para elegir al candidato presidencial del Frente, como una forma de comprometer a Anaya y a los otros dirigentes, a que cumplieran con su ofrecimiento de un “frente ciudadano e incluyente”. La respuesta tajante del CEN panista, que mandó como su negociador al duro Diego Fernández de Cevallos, fue la señal definitiva de que no había intención de abrir nada en ese Frente y que todo caminaba a validar la postulación de Anaya al 2018.
Por eso ayer se fue Margarita Zavala, después de toda una vida de militar en el partido que sus padres ayudaron a fundar. Se fue con su marido, el ex presidente, y con muchos otros panistas que, desde el Congreso y los estados, seguramente anunciarán en los próximos días su intención de seguirla y apoyarla como candidata independiente a la Presidencia. La renuncia de Zavala es un golpe directo a la unidad y a la fortaleza del panismo para pelear el 2018 no porque la señora y Felipe Calderón se lleven a muchos o pocos militantes o porque como independiente vaya a tener mucha o poca fuerza; eso no importa. En la percepción pública –y percepción es realidad— el PAN se ha roto. Y el culpable de ese rompimiento es un niño que manipuló al blanquiazul como si fuera su juguete, hasta que lo rompió.
TABASCO, LA GUERRA POR EL EDEN
En Tabasco, las tres principales fuerzas partidistas, PRI, PRD y Morena, se preparan para nominar a sus abanderados a la gubernatura en el 2018, en una contienda dominada por el voto de castigo al cuestionado gobierno de Arturo Núñez Jiménez, el crecimiento de la figura de Andrés Manuel López Obrador a nivel nacional, y los estertores de un priismo que, con el desgaste nacional y su tercer lugar en las encuestas, busca reposicionarse entre los tabasqueños y recuperar el poder que detentó por más de 80 años.
Precisamente en el PRI tabasqueño, luego de que varios aspirantes alzaron la mano, sólo quedan dos con posibilidades reales de alcanzar la candidatura: Georgina Trujillo y Ady García. Pese a no contar con el respaldo ni la simpatía de las bases priístas, el CEN del tricolor pretende a toda
costa imponer a Trujillo como candidata. En tanto, encuestas recientes ubican a Ady García como la mejor posicionada de ese instituto político para buscar la gubernatura. El crecimiento y la aceptación de Ady García se debe, dicen los analistas locales, a un intenso trabajo de tierra en el que ha recorrido todos los municipios del estado en el último año y a que la identifican más como aspirante ciudadana que como priísta.
En el PRD las cosas tampoco se ven fáciles, aún cuando tiene varios aspirantes y cuenta con el respaldo del gobernador Arturo Núñez Jiménez, así como del
control de los recursos públicos para tratar de apuntalar una candidatura oficial que inevitablemente cargará con el desgaste de un gobierno al que se le descompuso el tema de la seguridad con el incremento de los secuestros y la violencia del narcotráfico.
José Antonio de la Vega Asmitia, Fernando Mayans Canabal, Gerardo Gaudiano Rovirosa y Juan Manuel Fócil Pérez caminan por todo el territorio tabasqueño y hacen amarres políticos dentro y fuera de esa entidad, con el afán de alcanzar la ansiada nominación a la gubernatura, pero ninguno de ellos logra entusiasmar demasiado a los tabasqueños.
Finalmente, en Morena toda la apuesta para estas elecciones es al “efecto López Obrador” en el 2018. Su principal aspirante, Adán Augusto López Hernández, quien recientemente fue nombrado
“democráticamente” como Coordinador Estatal de ese partido, lleva meses recorriendo el estado y es la hora en que no logra convencer a los tabasqueños. Y es que al igual que los aspirante del PRD, López Hernández no trae nada bajo el brazo, no tiene proyectos ni propuestas para el desarrollo de esa entidad federativa, sino que únicamente camina a la sombra del cuasi candidato de ese partido a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador.
Será interesante ver por qué optan los tabasqueños en estas elecciones: por un regreso al pasado con un PRI que por primera vez postularía a una mujer como candidata, por un inédito triunfo del lopezobradorismo en su tierra natal o por la continuidad de un gobierno perredista que ha entregado muy malas cuentas al estado.