Hasta la sede del Comité Olímpico Internacional, en Lausana, Suiza, llegó una carta con una petición muy particular para las máximas autoridades del olimpismo mundial: la solicitud es que la prueba del Maratón Femenil, en los Juegos de Tokio 2021, se pudiera cambiar del día para el que está programado: un sábado, para que fuera en domingo. La carta la firma la atleta israelí Bracha Deutsch, conocida como Beati, y la razón de tal petición es que ella es judía ortodoxa, y a pesar de que se ha preparado intensamente desde hace dos años para esta prueba, y de que sus tiempos llegaron a ser de 2 horas con 32 minutos en los 42 kilómetros, ella no podría correr en el Shabat, el día sagrado y de descanso obligatorio para quienes practican su religión.
Beati tiene 30 años y es madre de cinco hijos; entrena todos los días para poder estar en Tokio y alcanzar la marca clasificatoria que es de 2 horas 29 minutos, pero aunque lo lograra, y es muy posible que lo haga, el problema para ella seguiría siendo el día en que se corre la maratón femenil. “Cuando me planteé la meta de representar a Israel en los Juegos Olímpicos, la maratón estaba programada para un domingo. Luego se movieron todos los eventos al aire libre en la ciudad de Sapporo y los unieron en cuatro días, por lo que la maratón femenina caerá en Shabat”, le comentó recientemente BrachaDeutsch en una entrevista a la periodista Ema Cluye, del diario inglés The Telegraph.
Hasta ahora el Comité Olímpico no ha respondido a la carta, en la que Beati argumenta que por razones religiosas le es imposible correr en sábado, porque ese día sagrado se lo dedica a su familia, no corre y se mantiene alejada de la tecnología. Sin embargo, ella misma reconoce que los miembros del Comité no han sido hasta ahora receptivos a su petición, aunque ella se dice acostumbrada a pelear batallas como la que ha librado con su decisión de ser corredora de maratones, algo no aceptado por todos en su comunidad, pero que no le impidió participar ya en varias competiciones, como la primera que corrió en Tel Aviv, en donde hizo un tiempo de 3 horas y 27 minutos. Un año después logró terminar la misma carrera, pero con siete meses de embarazo de su quinto hijo, y para enero de este año logró su mejor marca: 2 horas y 32 minutos, en la maratón de Tiberias, mientras que en febrero ganó la media maratón de Miami.
Aunque nació en Estados Unidos, emigró a Israel desde los 19 años, donde vive con su familia y donde lleva un estricto régimen de entrenamiento. Comparte el cuidado de sus cinco hijos con su pasión por correr, y para vencer los prejuicios y las críticas de algunos miembros de su comunidad, corre con la cabeza cubierta con su tichel, además de portar la playera deportiva de manga larga, una falda y mallas por debajo de las rodillas, algo que por lo demás no le resta ni velocidad ni concentración en su desempeño atlético que ha ido en ascenso, y que esperaba tener como su máximo objetivo la meta de la maratón femenina de los Juegos Olímpicos de Tokio.
Es muy posible que los miembros del Comité Olímpico le nieguen su petición, pues ya hay voceros que han expresado en entrevistas a medios deportivos que las decisiones del organismo no pueden responder a la “situación particular de una atleta”, pero ver la imagen de esta mujer rodeada de sus cinco hijos pequeños, con su ropa deportiva y con una sonrisa que dice lo mucho que disfruta la vida, es simplemente extraordinaria.
La fuerza de Beati nos hace pensar que mientras nos quede energía en las piernas, el corazón nos llevará a donde queramos, y que a través de la carrera también se pueden derribar muros de todo tipo, personales, sociales y culturales.