“Correr es como hacer oración”, afirma convencido el escritor y conferencista español Jorge Lomar. Desde la experiencia del ser, explica lo que se vive espiritual y mentalmente al momento de correr, y asegura que es similar a lo que se experimenta al hacer una oración. La clave está en olvidarse del cuerpo y centrarse en el sentir. “Y es que cuando la zancada comienza a ser regular y te entregas sin pensarlo a ese ritmo constante, surge la magia, la mente se vacía, y aunque todo está en movimiento, tu ‘yo’ está quieto y el espíritu comienza a expandirse”.
Lomar estuvo las últimas dos semanas de visita en México para impartir una serie de cursos, seminarios y retiros en nuestro país. Verlo de cerca y escuchar sus conceptos, es toda una experiencia de aprendizaje que cambia la manera de sentir y percibir el mundo. Tuve la oportunidad de asistir a uno de sus retiros en Amatitán, Jalisco, y ahí, en medio del hermoso paisaje agavero, en la austeridad de una casa Salesiana, entre jardines y árboles de esa región de Jalisco, conversé con el hombre que se autodefine como “facilitador del perdón” y cuyas conferencias, libros, dinámicas y conceptos son seguidos por decenas de miles de personas en el mundo.
“Cuando estás en oración, la mente se vacía y te conectas con tu ser, con Dios. En las carreras de larga distancia, cuando hay desapego por el objetivo y hay concentración, la cabeza se vacía a través del movimiento constante, como sucede al repetir un mantra, el corredor se olvida del cansancio, por muchos kilómetros que lleve a cuestas, consigue enajenarse de todo lo que le rodea y se vuelve uno con el camino”.
Para Lomar, presidente de la Asociación Conciencia para el Crecimiento Humano y la Escuela del Perdón, el corredor que logra ese estado de vaciamiento de la mente olvida el concepto del cuerpo y convierte la acción de correr en una experiencia de unidad, de conexión. “Respira con la tierra, con el cosmos, con el mar, con el océano. Siente un latir común y sabe que es compartido. Se vacía del tiempo, de su historia y de los conceptos”.
“Y a pesar de que no seas el primero en cruzar la meta”, asegura, “siempre se gana, por que la victoria es otra, es más profunda. Es la victoria del que ha experimentado, aunque sea por un breve instante, el desapego y la liberación”. He aquí una causa más de la felicidad que produce la carrera; si sólo se tratara de una cuestión de actividad física o de competición, no se explicaría por qué cada vez somos más los “locos” que corremos.
POR ROSSANA AYALA
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