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domingo, noviembre 3, 2024

LOS DOS ANDRES MANUEL A DOS AÑOS DE DISTANCIA

Como en el cuadro de Frida Khalo, en el mensaje de ayer del presidente López Obrador, con motivo de sus dos años de gobierno, se pudo ver gráficamente que hay dos versiones del mandatario que hoy gobierna México. Uno es el Andrés Manuel que ayer habló de amor, de respeto para la oposición, de tolerancia a la crítica y a la disidencia, de que gobierna para todos sin distingo y de que ayuda a todos los ciudadanos sin importar su condición social. Otro es el Andrés Manuel que todas las mañanas discrimina a los que piensan distinto, que atiza el odio y la división entre mexicanos, que desprecia a sus opositores y los descalifica, que ataca y cuestiona a medios críticos y que pregona que él sólo ayudará y salvará de la crisis a los más pobres y no al resto de la población.

 

Es como, si en un desdoblamiento de personalidad, el presidente que ayer se paró en un pódium en el Patio Central del Palacio Nacional, fuera otro distinto al que todos los días vemos en las mañaneras: menos agresivo, más tolerante, sin tanta bilis ni amargura y más consciente de que este es un país diverso en el que no cabe el pensamiento único al que ayer dijo no aspirar. Como si ayer hubiéramos podido ver a un verdadero presidente y no al propagandista pendenciero y demagogo que todos los días habla en sus conferencias.  

 

Eso sí, entre los dos Andres Manueles hay algo que no cambia: la soberbia y la grandilocuencia con la que afirma todos los días y ayer también que este país ya cambió sólo porque él así lo dice; que ya somos un país más feliz, donde se cumple la ley, donde hay estado de derecho, paz y tranquilidad para todos, donde el bienestar baña a toda la población con “ayudas mensuales o bimestrales” del gobierno que llegan a un 70% de la población (los más pobres)  de manera directa y en efectivo, mientras el otro 30% de los mexicanos (las clases medias y alta) reciben también los beneficios de su gobierno al “poder desarrollarse en paz y trabajar y producir con tranquilidad y seguridad”.

 

En ese país imaginario que sólo existe en la mente de López Obrador y de sus más fieles e incondicionales seguidores, hay un 70% de los mexicanos (casi 90 millones de habitantes) que están contentos con su gobierno y quieren que siga gobernando, mientras el otro 30% de la población nacional (unos 36 millones) no están de acuerdo con su administración y, en la misma lógica presidencial, quisieran que terminara su gobierno. Todo así medido sólo por la palabra del presidente y por sus “otros datos” que son distintos a la mayoría de las encuestas que hoy lo ubican entre un 45 y un 58% de aprobación popular.

 

Otra falacia que sólo es realidad en el discurso presidencial, tiene que ver con lo que significa que ayer, 1 de diciembre, a dos años de su toma de protesta, ya quedaron “sentadas las bases de la Cuarta Transformación del país”. El otro Andrés Manuel, el de las mañaneras, había prometido que para esa fecha el asentamiento de dichas bases significaría cosas más prácticas y tangibles para los mexicanos: que para ayer “se acabaría la corrupción”, “nuestro sistema de salud pública sería más honesto, totalmente gratuito y eficiente como el de Canadá o Dinamarca”, y que tendríamos para ayer martes “un país más seguro y con menores índices delictivos y de violencia”.

 

Pero el Andrés Manuel de ayer en sus dos años como presidente, nos cambió las bases de la 4T por “ahora se respeta la Constitución, hay legalidad y democracia, se garantizan las libertades y derecho a disentir, hay transparencia plena y derecho a la información, no se censura a nadie, no se violan los derechos humanos, no se reprime al pueblo, no se organizan fraudes electorales desde el poder federal y el gobierno ya no representa a una minoría sino a todos los mexicanos de todas las clases, culturas y creencias, se gobierna con austeridad, con autoridad moral, no se tolera la corrupción ni se permite la impunidad, se atiende a todos pero se da prioridad a los pobres, se protege a la naturaleza, se repudia el racismo y el clasismo, se cuida y se promueve el patrimonio histórico de México”. ¿Y la seguridad y el sistema de salud de primer mundo que prometió para ayer?

 

Al final el presidente y sus dualidades confirman que aunque se jura distinto, cuando se trata de informar y de decirle a los mexicanos cómo va el país bajo su administración, es muy igual a todos sus antecesores de la era priista y panista: primero nos aturde con cifras y más cifras, con números y porcentajes, con datos y cantidades de dinero invertido que difícilmente se puede verificar, para luego dedicarnos un mensaje en el que ya todo cambió sólo por el voluntarismo presidencial, ya somos una sociedad renovada y un país feliz, y el gobierno actual, su gobierno, ha hecho lo que ninguno otro hizo: ha dejado atrás la corrupción, la ilegalidad, la miseria y la ineficacia gubernamental para darnos, aunque sea sólo en palabras y en la mente obnubilada de quien detenta el poder, un país más justo, más equitativo y con más desarrollo, en el que López Obrador nos vende la democracia, la transparencia, la legalidad y el respeto a la Constitución como obra y gracia de su generosidad y de su “cuarta transformación”.

 

En resumidas cuentas la imagen y el discurso de ayer en Palacio Nacional, con un presidente que habla de cifras felices, de problemas históricos resueltos y de apoyos mayoritarios en un país imaginario, frente a un grupo de colaboradores e invitados que lo aplauden a rabiar, unos cuántos con cubrebocas y otros no como representando también a las dos sociedades mexicanas, la que respeta las normas y la que las violenta e ignora, son un claro resumen de lo que han sido estos años de gobierno: una narrativa falaz y triunfalista de una transformación que en la mente del presidente y de las nuevas élites gobernantes se ve como una gesta heroica, histórica y un cambio verdadero, pero en la realidad y en el día a día de los mexicanos se ve aún amorfa, difusa, destructiva y con un rumbo preocupante.

 

NOTAS INDISCRETAS…En Michoacán, después de dos meses de bloqueos por parte de la CNTE, ayer pudieron volver a correr los trenes de carga por las vías ferroviarias, luego de que el lunes la Secretaría de Gobernación se aplicó a negociar con los dirigentes de la sección 18 de la Coordinadora que mantuvieron paralizado el transporte de carga provocando pérdidas millonarias estimadas en 800 millones de pesos diariamente. Fue la propia secretaria Olga Sánchez Cordero quien estuvo coordinando el diálogo que por más de 24 horas condujeron los funcionarios de Gobernación para convencer a los aguerridos maestros michoacanos de liberar las vías del tren. A las 8:55 de la noche del lunes se habían retirado todos los obstáculos, piedras, troncos y durmientes que habían sido colocados para impedir el tránsito ferroviario. Veremos cuánto duran las vías liberadas en un Michoacán que empieza a encenderse con la lucha por la gubernatura…Entre los asistentes que ayer estuvieron en Palacio Nacional, tanto del gabinete como algunos empresarios, líderes sociales y hasta mujeres indígenas invitados, el contraste fue notable entre los que se pusieron el cubrebocas y los que de plano les valió. Entre estos últimos estaban por supuesto el presidente López Obrador y su esposa Beatriz Gutiérrez Müeller, que desprecian la prenda protectora, pero también el consejero Jurídico de Presidencia, Julio Scherer Ibarra que acaba de salir del Covid y ni así se pone cubrebocas. Entre los que sí lo llevaban y nunca se lo quitaron estaban el titular de Educación, Esteban Moctezuma…Ayer el titular de la Unidad de Inteligencia Finaciera de Hacienda, Santiago Nieto, le mandó un oficio a la senadora del PAN, Josefina Vázquez Mota…

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