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jueves, febrero 13, 2025

¿POR QUÉ UN TESTAMENTO? ¿Y LA CONSTITUCIÓN?

La afirmación de Andrés Manuel López Obrador de que ya tiene preparado un “testamento político” en caso de que él falte, despertó más dudas que certezas. No sólo porque, tras su salida del Hospital Militar donde le practicaron un cateterismo de emergencia, el presidente habló por primera vez abiertamente sobre su condición de salud, sino porque la idea de que él decidirá que pasa ante su posible ausencia y quién quedaría en la Presidencia, contradice totalmente a la Constitución que claramente preveé en su artículo 84, que si el presidente falta definitivamente en los últimos 4 años de su gobierno, como sería el caso, será el Cogreso el que decida, por mayoría calificada de dos terceras partes, quién será el presidente sustituto que termine el sexenio.

¿De dónde saca entonces López Obrador que él puede “heredar” con un “testamento” la Presidencia en caso de ausencia defintiva? Según el derecho familiar, el documento testamentario “es el acto por el cual una persona llamada testador o autor de la herencia expresa libremente su voluntad de disponer de sus bienes, derechos y obligaciones, y los designa a determinadas personas para después de su muerte”; luego entonces solamente se puede heredar aquello de lo que se es dueño en el caso de los bienes materiales, y en el caso de obligaciones y derechos, sólo pueden transferirse cuando se refieren a actividades privadas ya sea profesionales o legales.

Un cargo de elección popular, como es la Presidencia de la República, ni es un bien material de propiedad privada, ni es un derecho o una obligación contractual; quien ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo lo hace por mandato del pueblo y de la mayoría de votantes que lo elige y está en el cargo sólo para servir por un periódo constitucionalmente establecido. No es el dueño de la Presidencia y mucho menos del Poder ni de la soberanía popular y, si no puede decidir qué sucede en su ausencia, porque eso ya lo dicta la misma Constitución que un presidente jura “cumplir y hacer cumplir”, mucho menos puede “heredar” o “testamentar” un cargo y un poder que no le pertenecen.

Y aún cuando los defensores del presidente y del oficialismo saldrán a decir que él solo habló de un “testamento político” en sentido metafórico o referente a su movimiento y no al cargo que ejerce, vale la pena hacer la precisión porque no parece ni casual ni un desliz, tratándose de un político como López Obrador, que hablé de heredar el poder o el cargo a quién él lo decida, por encima de lo que diga la Constitución. El uso que López Obdador le da a las palabras en ese mensaje habla de un concepción completamente patrimonialista del poder, en donde a él, como líder supremo de su movimiento, no sólo le corresponde elegir a un sucesor para cuando termine su presidencia –como hicieron por décadas hicieron los presidentes de la era priista— sino que también se cree con el derecho de decir quién debe ser el presidente sustituto si el llega a morir o quedar incapacitado para terminar el sexenio.

Según los expertos en lingüística forense, todo lo que decimos o escribimos nos delata y ninguna persona habla o escribe igual a la otra porque cada uno poseemos nuestro propio idiolecto, que no es otra cosa que las características particulares de nuestro decir y escribir porque la mayor parte de los procesos que se producen a la hora de hablar un discurso oral y escrito, son procesos que se escapan de nuestro control, son procesos no voluntarios.

Dice el catedrático, escritor e investigador de la lengua española, Javier Blasco, que “las palabras nos delatan, las palabras queramoslo o no, aunque intentemos ocultarnos, aunque queramos escondarnos en un avatar, dejan al desnudo lo que pensamos y lo que somos”. Y en este caso, al presidente sus palabras lo desnudan y también lo delatan: él no concibe al poder ni a su mandanto como algo prestado temporalmente por los ciudadanos, sino como algo que le pertenece, que es de su propiedad y que por lo tanto él puede hacer lo que quiera con ese poder, incluso heredarlo en caso de su muerte a quién él y solamente él decida. Esa concepción del poder es más de un dictador autoritario que de un presidente democráta.

Porque además de inconstitucional, la voluntad presidencial de nombrar “heredero” si el llega a faltar ni siquiera es realista, porque la Constitución habla claramente de una mayoría de “dos terceras partes” de los miembros del Congreso para elegir a un presidente sustituto que termine el periodo de gobierno en caso de ausencia definitiva del presidente dentro de los últimos 4 años de su mandato. Y hoy ni López Obrador ni Morena tienen esa mayoría calificada ni en el Senado ni en la Cámara de Diputados, así que su “testamento político” sería letra muerta al menos en la sustitución presidencial.

Al final, lo que también exhibe ese mensaje al salir del hospital –además de sus delirios patrimonialistas de poder— es que al presidente lo único que en realdiad le importa y le preocupa cuando piensa en su muerte es quién lo va a sustituir y a terminar su imaginaria “transformación nacional”. Con un país sumido en la violencia, en medio de la peor pandemia, con una economía que no termina de recuperarse de una crisis histórica y un aumento del desempleo y una inflación desbordada, a López Obrador no le preocupan los mexicanos y sus problemas, sino sus sueños de grandeza y trasncendencia histórica.

Lleva mucha razón el mencionado experto Javier Blasco cuando duce que “la palabra no es sólo una cuestión de estética o una cuestión de imaginación, porque en la vida la palabra compromete nuestro prestigio, nuestro honor, nuestro dinero y en algunos casos nuestra vida”.

NOTAS INDISCRETAS…Hablando de la palabra presidencial, si al común de los mexicanos las palabras de López Obrador nos impactan, nos dividen y la mayoría de las veces nos polarizan, para sus leales e incondicionales de Morena, sus palabras son órdenes. Bastó con que el presidente le expresara en la conferencia mañanera su espaldarazo político al controvertido gobernador Cuitláhuac García, ante las acusaciones de violaciones graves de derechos en Veracruz y las investigaciones que realiza el Senado a través de una Comisión especial, para que las ordas morenistas se activaran como en una película de Mad Max. Ayer en la bancada de Morena en el Senado se desató una auténtica batalla interna por el tema de la Comisión de la Jucopo que investiga los abusos de autoridad y violaciones en la entidad veracruzana, a partir de varias denuncias y testimonios de ciudadanos que han acusado del gobierno de Cuitláhuac de pisotear sus derechos y garantías fundamentales. La mitad de la bancada, al mando del senador César Cravioto, ligado a Claudia Sheinbaum, cuestionó la existencia de esa Comisión, formada originalmente por los coordinadores parlamentarios para documentar el caso de José Manuel del Río Virgen, y que pretendían ahora convertir en una Comisión Especial Legislativa aprobada por el pleno. 29 senadores morenistas operados por Cravioto rechazaron la idea de llevar al pleno la votación sobre la Comisión para Veracruz y pidieron que la bancada morenista la discutiera primero en su sesión plenaria de los próximos días para impulsar un acuerdo en contra de la citada comisión. En contraparte, los otros 30 senadores de Morena, apoyan la propuesta de Ricardo Monreal para que el grupo que formaron los coordinadores de la Junta de Coordinación Política sea elevado al rango de comisión formal del Senado para investigar los múltiples casos de abusos y violaciones que han recibido de senadores veracruzanos. En medio de la guerra civil morenista en el Senado, aparece claramente la mano de la Jefa de Gobierno de la CDMX que claramente le dio su apoyo a su amigo Cuitláhuac García en un mensaje difundido en redes sociales con una fotografía donde ambos posaron y que terminó generando más memes que reacciones positivas. Anoche, en medio del jaloneo por el caso Veracruz, se filtró una carta que Ricardo Monreal les dirigió a los 60 senadores de Morena, en la que el líder parlamentario, que claramente fue de los iniciadores de la investigación contra García, les decía a sus compañeros que estaba abierto a que se discutirera el tema en la reunión plenaria de la bancada, pero les reprochaba que esos temas se filtraran y discutieran en los medios, antes de hacerlo internamente. “Se aproxima un periódo difícil; no basta nuestrsa mayoría simple, requerimos mayorías calificadas y debemos actuar con respeto internamente y ta,bién con los otros grupos”, les decía Monreal a los senadores morenistas, a los que les aclaraba “todas y todos somos leales al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador”. Pero está claro que algunos confunden la lealtad con obediencia ciega y que, aunque estén de por medio violaciones graves de derechos humanos y abusos de autoridad en un estado como Veracruz, van a defender a Cuitláhuac porque así se los ordenó Sheinbaum y se los sugirió el presidente con sus palabras que para ellos son órdenes…Los dados mandan Escalera Doble. La semana promete.

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