Sin resolver aún el reto más grande que haya enfrentado la humanidad en la era reciente, y con una pandemia que crece y se multiplica, a pesar de los esfuerzos y las restricciones, los mexicanos nos enfrentamos ahora a una doble amenaza, pues además del COVID-19 ya está con nosotros y nos acompañará en los próximos meses el virus H1N1 de la influenza.
La advertencia de las autoridades ha sido constante, sobre el riesgo que representa para la salud la conjunción de estos dos virus, por lo que estamos obligados a atender el llamado, a cuidarnos y ser muy responsables con las decisiones de vida y salud que tomemos en esta temporada.
La primera opción es vacunarnos contra la influenza; las opciones van desde los hospitales del sector público, en donde se suministra de manera gratuita, hasta los hospitales privados, en donde su aplicación tiene un costo. En el caso de los públicos se da prioridad a los grupos vulnerables como adultos mayores, mujeres embarazadas y niños, y es probable que en algunos hospitales se solicite un prerregistro y que te presentes muy temprano para hacer la fila correspondiente.
En los hospitales privados se puede acudir al médico tratante o las áreas encargadas de su aplicación; sólo hay que verificar que ya esté disponible y su costo varía entre los 400 y los 800 pesos por dosis. Aunque la vacuna es la mejor defensa contra estos virus, mantener una vida saludable es la clave que te ayudará a enfrentar de la mejor manera esta pandemia.
El COVID-19 ha hecho que surjan muchas preguntas sobre cómo el ejercicio nos puede proteger de una infección subiendo las defensas, pero a pesar de que actualmente no existen datos científicos acerca de los efectos del ejercicio sobre los coronavirus, sí hay evidencia de que el ejercicio puede protegernos de muchas otras infecciones virales, incluyendo la influenza, el rinovirus, entre otros.
Por ejemplo, una actividad física moderada de 30 minutos, tres o cuatro días a la semana, tiene un efecto que favorece al sistema inmune, al liberar glóbulos blancos en la médula ósea y reducir la cantidad de cortisol. Esta hormona, asociada al estrés, es un inmunosupresor; es decir, que disminuye al sistema inmune. Además se ha demostrado que tener una buena actividad cardiorrespiratoria mejora la respuesta inmune a la vacunación y a varias enfermedades como el cáncer, VIH, diabetes y obesidad.
Aun cuando el ejercicio físico no impide que nos infectemos de COVID-19, es muy probable que al mantenernos activos reforcemos nuestro sistema inmune para ayudar a reducir al mínimo los efectos del virus, mejorar nuestros síntomas, acelerar la recuperación y para disminuir la probabilidad de que podamos infectar a otras personas.
Llevar una vida saludable a través del ejercicio y de una alimentación adecuada ya no es una opción, es casi una obligación; es una responsabilidad que deberemos practicar durante toda la vida.