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lunes, septiembre 16, 2024

Vamos a resurgir

Más vale que sigamos teniendo fuerza en las piernas y coraje en el corazón, no sólo para salir ilesos, sino más vivos. No olvidemos, corremos para ser fuertes

Corres porque en la clase de educación física te obligan a hacerlo; corres porque si no lo haces te deja el autobús; corres porque te avisaron que tu madre o tu padre está en el hospital; corres porque se te ha roto la fuente y el bebé ¡ya viene al mundo! Luego, corres cuando tu hijo llora o porque arde en temperatura. Y un buen día, sin previo aviso, corres porque alguien grita: ¡Éstá temblando! Y la tierra cruje; todo se mueve; tu casa, tu calle, tu oficina, tu vida…y sientes que tu mundo se te viene encima.

Y cuando pasa el temblor y te detienes, en la acera, en la calle, en la banqueta, miras a tu alrededor y la vida ha cambiado en unos cuantos segundos. Hay mucho ruido, mucho caos, mucha gente, mucho dolor, mucho desastre y sufrimiento. Y es entonces cuando recuerdas para qué corres desde que viniste al mundo y en cada situación en que tu vida o la de otros estuvo en riesgo: corres para salvarte, pero entrenas para ser fuerte.

Ha llegado entonces el momento de ser fuertes, de demostrar de qué estamos hechos y de qué ha servido ese correr constante y el entrenarte para tener la fortaleza no sólo de cuerpo sino de espíritu. Más vale que sigamos teniendo fuerza en las piernas y coraje en el corazón, no sólo para salir ilesos de ésta, sino vivos, más vivos que nunca.

Muchos corredores suspendieron su rutina y sus entrenamientos diarios para sumarse como voluntarios y ayudar en las labores de remoción de escombros, donaciones y acopio de víveres. Todos, como muchos otros capitalinos de distintos orígenes, profesiones y condición social, lo hicieron de acuerdo a sus capacidades, no dejaron decaer el ánimo, entregando no sólo su fuerza y su tiempo, sino también su corazón.

Las pistas de corredores que hay por toda la ciudad, como muchos otros lugares, lucieron al principio cerradas y luego desiertas o con muy poca afluencia. Nada es normal en estos días, ni el tráfico, ni las escuelas, ni los bares, ni los cines, ni los restaurantes. Es una ciudad que, en su pesar, hoy tiene otras prioridades: ayudar y apoyar a sus habitantes que lo necesitan, que lo perdieron todo y en eso se vuelca el esfuerzo de muchos de nosotros, los que tuvimos la fortuna de correr sólo con el susto y hoy estamos dando gracias porque podemos estar del lado de los que ayudan, pero con la misma solidaridad y el mismo amor para darles (tiempo, amor, esfuerzo, comida o bienes materiales) a los que hoy necesitan esa ayuda.

Ya habrá tiempo para volver a nuestras rutinas o al trajín de todos los días. Hoy nuestra fuerza debe estar al servicio de los otros, de los que lo necesitan; tenemos que ayudarlos a levantarse y a volver a comenzar para que, poco a poco, el dolor se vuelva memoria y la memoria aprendizaje y fortaleza. Y volveremos todos, en esta nuestra ciudad siempre apurada, a correr como antes, como siempre.

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