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miércoles, diciembre 4, 2024

Corredoras acosadas

La violencia contra las mujeres se ha incrementado en esta época de pandemia. A los datos estadísticos que confirman que en el confinamiento que vivimos cada vez más mujeres son violentadas en sus propios hogares, en la mayoría de los casos por sus propias parejas o familiares, se suman también otro tipo de denuncias, como las de mujeres corredoras que salen a la calle a entrenarse y son objeto de comentarios, acoso y hasta agresiones por parte de hombres que, al verlas solas y en ropa deportiva ajustada, se sienten con el derecho de hacerles comentarios y proposiciones agresivas y molestas.

Es decir, que si en su casa, en muchos casos, mujeres y niñas no están seguras —como confirma la Fiscalía General de la CDMX sobre el incremento de 104% en violaciones a menores de 15 años, que pasaron de 50, en 2019, a 102, en 2020— lamentable y tristemente tampoco lo están cuando salen de su casa a realizar cualquier actividad en la calle, ni siquiera cuando sólo buscan correr y ejercitarse. Lo más grave es que todo eso ocurre en un clima de total impunidad, ya que los agresores, violadores, acosadores y asesinos de mujeres siguen sin recibir los castigos por sus delitos, lo que normaliza la violencia contra las mujeres.

Hay en la cultura machista y patriarcal la idea equivocada de que una mujer sola por la calle, ya sea que vaya corriendo o caminando, disfruta de ser acosada y molestada. Nada más equivocado y ofensivo que un hombre se sienta con el derecho de decir o hacer algo porque percibe que aquella mujer está buscando de alguna manera ser vista. Todas, en algún momento de nuestra vida, siendo niñas, adolescentes, jóvenes o incluso ya en la edad madura, hemos sentido la rabia y la impotencia de sentirte agredida, insegura acosada en la calle, en el transporte público, en el trabajo o la escuela, y a veces hasta en nuestra propia casa.

En mi experiencia como corredora he vivido momentos tan molestos como incómodos, cuando, mientras me ejercitaba concentrada en la calle, un sujeto se me paró enfrente diciéndome lo bien que me veía y pidiéndome mi teléfono. Hay otras corredoras que han sufrido situaciones incluso más agresivas y violentas, desde ser tocadas contra su voluntad, ser perseguidas por corredores hombres o, en casos extremos que están documentados, violaciones cuando corren solas en lugares apartados como en un bosque, un parque, en un camino o una calle desierta.

Esa situación se ha agravado por la pandemia, ante el cierre de gimnasios, parques o lugares para ejercitarse, lo que ha obligado a los corredores y corredoras a salir a las calles; algo que tal vez para un hombre no tenga mayor complicación, pero para una mujer que corre con sus leggins, en shorts, o con playeras ajustadas, el pasar por algunas zonas solitarias, o donde hay hombres reunidos, puede volverse no sólo incómodo, sino hasta peligroso. Recientemente un grupo de atletas del Reino Unido, que buscan entrenarse, algunas de ellas para los Juegos Olímpicos, denunciaron que, ante el cierre de las pistas y las instalaciones deportivas, han tenido que correr en las calles, en donde han sufrido acoso machista y hasta agresiones.

En la región de Gales, este grupo de atletas top británicas, le dijeron al diario The Guardian que no se sentían seguras al correr en las calles porque reciben desde comentarios sobre sus cuerpos, hasta silbidos, y en algunos casos agresiones con objetos como latas que les son lanzadas porque a la gente les molesta verlas correr, ya que la consideran una actividad riesgosa para el COVID-19.

“He recibido comentarios sobre mi figura, sobre la equipación que llevo y sobre el hecho de que es muy ajustada. Me han silbado. Los coches han reducido la velocidad y la gente me ha abucheado mientras corría. Hace tres semanas me lanzaron una lata de cerveza vacía por la ventanilla de un coche”, denunció Rhiannon Linington-Payne, internacional galesa de 400 metros.

“Antes del cierre nunca había corrido en la calle, ya que siempre corro en la pista o entreno en el gimnasio. Me sorprendió completamente la cantidad de comentarios inapropiados. Hubo una ocasión, en verano, en la que hacía unos 34 grados y estaba entrenando en pantalón corto en la carretera, en la que un coche pasó, redujo la velocidad, gritó un comentario hacia mis pantalones cortos y se marchó. Pronto me di cuenta de que el mismo coche había dado la vuelta al final de la calle y volvió a subir. El coche dio la vuelta tres o cuatro veces y me hizo sentir muy incómoda. Tuve que llamar a mi padre para que viniera a recogerme porque ya no me sentía segura entrenando”, comentó Hanna Brier, velocista británica.

Lauren Williams, corredora de vallas, también ha explicado que se siente insegura entrenando porque ha recibido comentarios sobre que su ropa es demasiado “reveladora”. “Espero que al hablar se produzcan cambios y las mujeres se sientan más seguras para salir a hacer ejercicio en público”, escribió en su perfil de Twitter.

Una de las razones por la que amamos correr es por la sensación de libertad que esta actividad nos da, pero resulta desalentador el hecho que salir a trotar a la calle sea un riesgo para las mujeres. Mientras impere la impunidad y cultura machista, no nos queda otra que permanecer alertas, cuidarnos, y seguir pugnando porque llegue el día en que podamos correr tranquilas y seguras.

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