Dicen que un maratón se corre con la mente y con el corazón más que con las piernas. Nada más cierto. Todos sabemos que cuando vas a correr una distancia como ésta, tienes que hidratarte, alimentarte, tomar algún gel, porque correr 42 km te lleva más allá de tus reservas, a un terreno dónde no sabes cómo reaccionarán tu cuerpo y tu mente.
Por eso es tan duro correr un maratón, porque pone a prueba tu fuerza de voluntad, la fe en ti mismo y el sentido común. Desde el arranque inicia un diálogo interno entre dos “yo”: el que corre, sufre y se cansa, y el otro que te motiva y te mantiene en movimiento. La primera es la voz del cuerpo y la segunda es la de la mente. Cuando mente y cuerpo están de acuerdo no sólo corremos, fluimos, pero un solo pensamiento negativo puede frenar ese buen ritmo.
Porque hay un punto en donde cuerpo y mente se empiezan a confrontar y mientras la parte física resiente el cansancio de los primeros 20 kilómetros, la voz de tu mente se activa para decirte “tú puedes, para esto te preparaste, sigue adelante”. Nos pasó a muchos este domingo; justo al entrar al bosque de Chapultepec, tras recorrer el agradable circuito de Ghandi y Polanco, en el kilómetro 23 empieza una de las partes más difíciles del Maratón CDMX.
Ahí, con la mitad de kilómetros a cuestas y los pies adoloridos, empieza la tortura de correr sobre adoquines duros y desnivelados. Entras a un microcosmos donde el piso irregular, los charcos y hasta vendedores ambulantes que gritan “lleve su refresco, su agua, por 20 pesoooos”, sustituyen los gritos de apoyo de la gente. Las familias que pasean por el parque se atraviesan entre los corredores y, aunque el paisaje boscoso y la sombra ayudan, es sin duda el tramo más tortuoso y muchos corredores llegan al kilómetro 27 con signos de agotamiento.
Pero ni eso nos detuvo, seguimos así hasta el kilómetro 30, justo el punto donde se cruza“El Muro”, ese momento donde la carrera se vuelve una Caja de Pandora que al abrirla salen todos los miedos, angustias y males, pero también, como cuenta la mitología griega, después de todos los demonios, al final queda en la caja la esperanza, que es lo último que se pierde.
Es el punto donde nacen los héroes; ahí fue donde Titus Ekiru, el impresionante keniata sacó las fuerzas para despegarse de los punteros e imponer un nuevo récord de 2:10.20. Y en ese mismo punto, el joven Juan Joel Pacheco Orozco, el mexicano mejor posicionado, recordó cuando en su primer Maratón, justo en el kilómetro 30, sufrió un desmayo y tuvo que abandonar la carrera. Pero ahora fue otra historia, Juan Joel, de 27 años, originario de Coahuila, había planeado sólo correr 30 km, pero al atravesar su propio “Muro” sacó todos sus demonios cuando el cuerpo empezaba a fallarle para obtener de su mente y del corazón esa fuerza desconocida que lo impulsó hasta la meta sólo ocho minutos atrás del keniata. Y escribió su historia.