Y es que, lejos de reconocer el resultado abrumador y democrático, el gobierno de López Obrador, a través del comunicado de Hacienda, descalificó el proceso y lamentó la decisión de la mayoría de los integrantes de la Asamblea de Gobernadores del BID que votaron en este proceso: “Lamentamos que en las elecciones del BID continúe la política de ‘más de lo mismo’. Se eligió la propuesta del gobierno de Brasil apoyada por el de Estados Unidos. Agradecemos el apoyo que recibió nuestro candidato, Gerardo Esquivel, por dos países de América Latina”, dice el boletín de prensa oficial que fijó la posición mexicana ante la estrepitosa derrota de su postulado.
¿Cómo se entiende el comentario de “la política de más de lo mismo” para cuestionar el triunfo contundente del candidato brasileño que, por cierto, fue propuesto por Jair Bolsonaro? Es una frase recurrente en el discurso político del presidente López Obrador que utiliza siempre que quiere descalificar o atacar a adversarios, opositores o críticos de su administración; pero en este caso, utilizada por la Secretaría de Hacienda, para cuestionar el resultado de una elección democrática al interior del BID, parece claramente algo que, más que del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, hubiera salido directamente de Palacio Nacional, del despacho presidencial, como un reclamo claro y directo a la injerencia y el dominio que tiene Estados Unidos en los organismos financieros y políticos latinoamericanos.
Lo malo es que, además de revelar un “berrinche” de México y de su gobierno, por haber sido derrotados de manera tan contundente, también exhibe a un país y a un presidente que no saben perder elecciones, ni aun cuando éstas se dan en democracia. Porque es cierto que Washington y sus cabilderos siguen dominando las decisiones en estos organismos multilaterales, pero tampoco el gobierno mexicano se tomó en serio la contienda por la presidencia del BID y, además de perder a su candidata original, la doctora Alicia Bárcena, luego de que esta decidiera retirarse de la candidatura, tras ser cuestionada por congresistas estadounidenses como “simpatizante del comunismo”, todavía se atrevió a postular a un nuevo candidato faltando una semana para la votación.
La verdad es que el gobierno de López Obrador resulta exhibido vergonzosamente en el BID, primero porque Alicia Bárcena, a quien eligió personalmente el Presidente para postularla, le votó la candidatura faltando una semana para la elección y dijo hacerlo “por motivos personales”, que si bien no explicó públicamente, todo indica que tuvieron que ver con una falta de apoyos, cabildeos y promoción de México a su candidatura, además del veto de los congresistas de los Estados Unidos. Bárcena supo que no tenía posibilidad alguna de ganar y prefirió retirarse antes de ser arrasada en la Asamblea del BID, porque claramente la diplomacia mexicana nunca la apoyó y tal vez la dejaron sola tras el veto estadounidense.
Pero en lugar de seguir el ejemplo de Bárcena y retirar dignamente la postulación de México, el Presidente decidió enviar al economista Gerardo Esquivel, quien era integrante de la Junta de Gobierno del Banco de México, de los más críticos con su gobierno por cierto, y quien además estaba a punto de ser propuesto como Sub gobernador para el banco central. Si López Obrador sabía, como debió decírselo Bárcena al anunciarle su retiro el pasado 9 de noviembre, que México ya no tenía posibilidad alguna y que Estados Unidos estaba apoyando al candidato de Bolsonaro, ¿por qué decidió presentar una nueva postulación con Esquivel faltando apenas una semana para la votación?
Todo indica que el Presidente utilizó a Gerardo Esquivel con el propósito de sacarlo definitivamente del Banxico y evitar que llegara a subgobernador, porque se había convertido en uno de los integrantes más críticos hacia la injerencia del gobierno y de Hacienda en las decisiones del banco central, y al mandarlo a perder al BID no sólo lo sacó del camino, sino además lo hizo cargar con la derrota anunciada. Tuvo mucho más estilo, dignidad y civilidad política Esquivel, al anunciar anoche en sus redes sociales su reconocimiento al candidato ganador, el brasileño Goldfanj, que el que tuvieron el gobierno federal y la Secretaría de Hacienda al emitir un penoso comunicado cuestionando una elección que nunca supieron pelear ni convencer.
El lamentable papelón en el BID confirma al menos tres cosas: la primera que AMLO no es el “nuevo líder de América Latina”, como él se lo cree, porque no tuvo el apoyo más que de dos países a su candidatura; la segunda, que la política exterior y la diplomacia mexicana están mermadas ante la ausencia de un Presidente que no entiende ni se interesa en los temas internacionales y deja todo en manos del canciller Marcelo Ebrard, que hoy tiene otras prioridades muy distintas a las que reclama su encargo; y la tercera que, es tan unipersonal y tan egocéntrica la Presidencia de López Obrador, que los berrinches y caprichos presidenciales —incluido el de no saber perder votaciones de cualquier tipo— ya no son solo un reflejo de su muy personal estilo de gobernar, sino ahora también son política de gobierno.
NOTAS INDISCRETAS…
La marcha ciudadana del 13 de noviembre no sólo tiró la reforma constitucional en materia electoral de López Obrador, que hoy Morena en la Cámara de Diputados se apuesta aprobar pero ya como una “mini-reforma” a leyes secundarias, sino que además otro efecto de esa impresionante movilización de los ciudadanos también empujó para que se restablezca la Alianza Va por México que había quedado “suspendida” desde la traición de Alito Moreno y el PRI en las reformas militares. Hoy, en algo que también debe enojar mucho al Presidente, el PAN y el PRD han decidido darle “una nueva oportunidad” al priismo y a su dirigente nacional, y han comenzado a negociar las coaliciones para postular a un candidato común tanto en el Estado de México, como en Coahuila. Pero eso sí, tanto Marko Cortés como Jesús Zambrano han advertido que las posibilidades de que resurja con fuerza la Alianza Va por México dependen de cómo se comporte la bancada del PRI, y sobre todo sus dirigentes Alito y Rubén Moreira en la votación de la mini-reforma electoral, pero sobre todo en la elección de los 4 nuevos consejeros del INE, que se tendrán que elegir y votar en la Cámara de Diputados en abril del próximo año, incluyendo los lugares de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama. Tras el revés de no poder reformar la Constitución, ahora López Obrador ha puesto la mira en el proceso interno para elegir a los 4 nuevos consejeros y ha dado instrucciones al coordinador Ignacio Mier para que Morena controle el Comité Seleccionador que ya se tiene que instalar y en donde pretenden tener el control absoluto para que la mayoría de los perfiles que resulten seleccionados, para ser votados después en el pleno legislativo, sean afines a Morena y a la 4T, y así lograr hacerse, al menos, con la mayoría de los 11 votos del Consejo General del INE. De lo perdido lo que aparezca, debe decir el Presidente, y ahí es donde estará a prueba de nuevo el PRI y sus bancadas para saber si van a hacer Bloque Opositor para que la elección de los consejeros sea equilibrada y con perfiles imparciales, o si apoyarán a Morena a controlar a los candidatos y de esa manera intentar controlar al INE. Ya veremos…Los dados mandan Serpiente Doble. La semana se viene complicada.