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sábado, julio 27, 2024

Mujeres que corren

Las mujeres que corremos lo hacemos porque encontramos en el camino que correr nos libera, nos hace más fuertes y felices y, en algunos casos, hasta nos lleva a elevar el espíritu

Dicen los expertos que las mujeres somos menos veloces que los hombres al momento de correr, que ellos son más competitivos y entrenan siempre igual, mientras a nosotras nos condiciona el ciclo menstrual; que ellos consumen más oxígeno y tienen mejor gestión de zancada porque su pelvis y su fémur tienen mejor ángulo, pero nosotros quemamos más grasa y menos hidratos de carbono, por lo que resistimos más y somos mejores en resistencia.

Pero más allá de lo que digan los expertos, lo que nunca dirá ningún experto es que para una mujer correr va mucho más allá de la actividad física, la vanidad o la competitividad. En la mayoría de los casos, las mujeres que corremos lo hacemos porque encontramos en el camino que correr nos libera, nos hace más fuertes y felices y, en algunos casos, hasta nos lleva a elevar el espíritu y superar muchos problemas.

Y sí, correr para una mujer puede significar grandes beneficios, desde la producción de endorfinas, hasta ayudar a mejorar la densidad ósea y prevenir la osteoporosis. De hecho, correr durante la menopausia ayuda sobre todo psicológicamente: disminuye el estrés y aporta fuerza mental para enfrentar esta etapa.

Pero también tiene su parte espiritual. Cuenta una leyenda de una mujer que recorre distintas regiones del país, desde la sierra Tarahumara a los desiertos. Se le conoce con distintos nombres: La Huesera, La Trapera y La Loba y se le ha visto lo mismo en Morelia, Monte Albán o en el mercado de Oaxaca. Su tarea consiste en recoger huesos. Su cueva está llena de huesos de todas las criaturas del desierto. Pero su especialidad son los lobos. Se arrastra, trepa y recorre las montañas en busca de huesos de lobo y, cuando ha juntado un esqueleto entero, se sienta junto al fuego, levanta los brazos sobre él y se pone a cantar. Entonces los huesos de las costillas y de las patas del lobo se cubren de carne y a la criatura le crece el pelo.

La Loba canta más fuerte y la criatura cobra vida y empieza a respirar. La Loba canta con tal intensidad que el suelo del desierto se estremece y, mientras ella canta, el lobo abre los ojos, pega un brinco y corre cañón abajo. En algún momento de la carrera, debido a la velocidad, el lobo se transforma en una mujer que corre libremente hacia el horizonte, riéndose a carcajadas.

Clarissa Pinkola, en su libro: Mujeres que Corren con Lobos (Ediciones B, 2009) interpreta esta leyenda y nos dice que La Loba nos enseña a las mujeres que tenemos que buscar nuestras distintas piezas, los huesos, para armarnos y encontrar la fuerza indestructible de la vida porque todos comenzamos nuestro viaje como un saco de huesos perdido en algún lugar del desierto.

Nosotros nos quedamos con la imagen de esa mujer que corre libremente porque al final eso es lo que para muchas mujeres significa correr: liberación.

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