La manera valiente y decidida con la que Omar García Harfuch ordenó a sus colaboradores subir un mensaje a su cuenta personal de Twitter, cuando ya estaba herido con tres balazos y esperando entrar al quirófano para una operación de emergencia tras el brutal atentado que sufrió la mañana de ayer, confirma que el secretario de Seguridad Ciudadana de la CDMX sabía muy bien quién era su agresor, quién había dado la orden y por qué habían intentado aniquilarlo: el líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”.
“Esta mañana fuimos cobardemente atacados por el CJNG, dos compañeros y amigos míos perdieron la vida, tengo tres impactos de bala y varias esquirlas. Nuestra Nación tiene que continuar haciéndole frente a la cobarde delincuencia organizada. Continuaremos trabajando”, decía el mensaje que, a través de las redes sociales, había dictado, desde el Hospital Médica Sur, el el funcionario herido y a punto de ser intervenido. No había ni duda ni temor en sus palabras y lo que sí había era su decisión de mandar el mensaje de que seguía vivo y que no iba a rendirse ni a dejarse amedrentar por el manotazo violento del narco más sanguinario y buscado de México.
La seguridad y contundencia con la que Omar hizo su acusación –muy distinta al tono vacilante con el que más tarde el secretario de Seguridad federal, Alfonso Durazo, diría que “es una hipótesis”— tenía razones y motivos de fondo. García Harfuch sabía que no sólo ha golpeado fuertemente a los grupos de narcotráfico capitalino, la Unión Tepito y la Antiunión, brazos operativos del CJNG para el narcomenudeo, sino que él había coordinado y dirigido las investigaciones que llevaron a la detención de Rubén Oseguera “El Menchito” el 23 de junio de 2015 cuando era Titular de la División de Investigación de la Policía Federal; que él detuvo en 2017 a Dámaso López “El Licenciado” en la capital justo cuando había hecho una alianza con el CJNG; y sabía también que varios de los operativos en los que se estuvo a punto de capturar a El Mencho en la Sierra Sur de Jalisco y en Puerto Vallarta, habían sido coordinados por él, primero desde la PF y luego como director de la Agencia de Investigación Criminal de la entonces PGR.
Por eso no fue sorpresa que el nombre del secretario de Seguridad capitalino apareciera junto a la lista de funcionarios del gabinete federal que planeaban atacar y atentar los del CJNG, de acuerdo con la grabación de una llamada interceptada a operadores de Nemesio Oseguera por áreas de inteligencia federal y cuyo contenido fue dado a conocer en la reunión del gabinete de Seguridad en Palacio Nacional el jueves 11 de junio, según reveló el columnista de EL UNIVERSAL Raúl Rodríguez en su columna del pasado 17 de junio. Omar fue informado de esas amenazas dirigidas también hacia Marcelo Ebrard, Santiago Nieto y el mismo Alfonso Durazo, y sabía que detrás de la intención del Mencho hay toda una historia.
A mediados de 2019, cuando acababa de renunciar como director de la Agencia de Investigación Criminal de la FGR, Omar García Harfuch fue buscado por el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien lo invitaba a sumarse a su gabinete de seguridad en el estado. La propuesta de Alfaro, que apelaba no sólo a la fama de “buen policía e investigador eficiente” que precedía a Omar, sino también a sus raíces jaliscienses –nieto de Marcelino García Barragán e hijo de Javier García Paniagua– era que García Harfuch creará y dirigiera la nueva Policía Metropolitana de Guadalajara y desde ahí asesorará los temas de seguridad en la entidad.
La oferta era atractiva para Omar García, quien venía de renunciar a una relación de altibajos con el fiscal Alejandro Gertz Manero que lo veía como un funcionario eficiente, pero le tenía cierto recelo por haber sido parte del gobierno de Peñas Nieto y no apoyaba la política de golpes y detenciones a capos del narco que difería de la política del nuevo gobierno de López Obrador. El ex director de la AIC ya había tenido contactos con Claudia Sheinbaum, quien le había pedido que le hiciera un diagnóstico sobre la problemática de seguridad en la CDMX, pero no lo había invitado aún a ser parte de su equipo.
Pero en el balance entre aceptar la oferta de Enrique Alfaro y apostarle a ser parte del gobierno de la CDMX, el joven policía no tenía duda: “Yo quiero ser secretario de Seguridad Pública, primero porque tengo un plan muy claro sobre lo que hay que hacer que es ir contra los grupos de narcotráfico que han desatado la violencia en la ciudad, y también porque en esa posición estuvo mi padre y es una meta personal”, decía entonces García Harfuch. Y cuando comentaba el interés también de ir a Jalisco siempre tenía una sola duda: “Me encantaría ir allá y crear una nueva policía, pero sé que allá estaría más expuesto, porque es la tierra del CJNG y yo sé que El Mencho no me quiere por los golpes que le hemos dado y por la persecución en su contra”.
La forma en que resolvió ese dilema hoy es de todos conocida: en junio de 2019 fue nombrado Jefe de la Policía de Investigación de la Procuraduría General de Justicia de la CDMX y se integró así al equipo de Claudia Sheinbaum y de Ernestina Godoy. Tres meses y varios casos resueltos y detenciones después –el sacerdote que asesinó al joven Leonardo Avendaño, y cuatro de los asesinos del estudiante Norberto Ronquillo— la jefa de Gobierno lo nombró secretario de Seguridad Ciudadana de la capital, a donde llegó para reconocer por primera vez la existencia de “grupos del narcotráfico en la Ciudad de México que operan bajo la misma lógica de los cárteles y que han desarrollado un alto poder de violencia y de control de actividades delictivas”.
Vendrían después golpes directos a los llamados “cárteles chilangos” con la detención de Pedro Ramírez “El Jamón” de la Unión Tepito y Jorge Flores Conha “El Tortas” de la Fuerza Antiunión; además de las capturas de las hijas de José de Jesús Péres “El Ojo” que lideraban el Cártel de Tláhuac y más recientemente la detención y encarcelamiento de Oscar Andrés Pérez “El Lunares” a quien tuvo que recapturar y acusar hasta tres veces para que finalmente fuera vinculado a proceso por los jueces. Omar sabía muy bien que las garras del CJNG se habían extendido hasta la CDMX y que la detención que hizo el 12 de febrero de este año de Carlos Fernando Huerta Núñez, “El Viejón“, operador personal de Nemesio Oseguera, habían irritado al capo sanguinario, pero tal vez creyó, ingenuamente como muchos, que no se atreverían a atacarlo en la capital de la República.
EL BRAZO DEL MENCHO LLEGA HASA LA CDMX
El ataque inédito a un secretario de Seguridad de la capital del país no es sólo una expresión más de lo impunes e intocables que se sienten los capos del crimen organizado. Ocurrido justo dos semanas después de que el 12 de junio se desataran rumores sobre una supuesta detención o muerte de El Mencho, desmentidos después por el presidente, el ataque y la forma en que lo planearon y ejecutaron, incluso en un lugar residencial y altamente vigilado como el Paseo de la Reforma y Las Lomas de Chapultepec, lleva todo un mensaje de quien lo ordenó y equivale a una declaración de guerra al Estado mexicano en general y al gobierno de López Obrador en particular. La respuesta que le den las autoridades federales a quienes intentaron ejecutar al funcionario capitalino será tan determinante y significativa para medir la fortaleza y la capacidad de este gobierno, como lo fue en su momento la decisión de liberar a Ovidio Guzmán.
Porque si no hay una respuesta de fuerza puntual y contundente y si el gobierno de López Obrador no golpea al CJNG con la misma fuerza con la que ellos vinieron hasta la capital de la República e intentaron matar a un funcionario clave, entonces el mensaje de impunidad será muy delicado y peligroso. Porque hacia arriba, después del secretario de Seguridad solo sigue la Jefa de Gobierno y por arriba de tres integrantes del gabinete sólo queda el presidente.
NOTAS INDISCRETAS…Será este fin de semana y principio de la próxima cuando se defina bien la fecha y la agenda de la visita del presidente a Washington para su primer encuentro con Donald Trump. La Secretaría de Relaciones Exteriores hace hasta lo imposible para convencer a Justin Trudeau de que asista a una cumbre trilateral en la capital estadunidense para poner en marcha el T-MEC en los primeros días de julio, porque saben que de esa manera habrá menos presión y menos críticas sobre la presencia del mandatario mexicano en la Casa Blanca, sobre todo si finalmente es sólo un encuentro entre Trump y López Obrador. Y es que, por más que el presidente diga que su viaje “no es político y no tiene nada que ver con lo electoral” sino con fines estrictamente comerciales y de impulso al T-MEC las miradas estarán puestas en López Obrador en Washington por el ineludible contexto de la campaña presidencial en la que participa el presidente Donald Trump. Hasta ahora no está definida una fecha de salida ni a totalidad de la agenda, según nos comentó ayer Roberto Velasco, director para América del Norte de la cancillería en el noticiero “A la Una”. Es un hecho que el presidente va a Washington, la única duda es si sólo se reúne con Trump y cómo caerá eso en la campaña del candidato demócrata Joe Biden…En la pugna entre moderados y radicales de Morena, protagonizada por Ricardo Monreal y el académico estadunidense John Ackerman, hasta ayer se habían pronunciado a favor de Monreal 48 de los 60 senadores que integran la bancada oficialista. Es decir, que contra la intolerante “orden” que les dio Ackerman casi tronándoles los dedos, la mayoría de los senadores morenistas decidieron respaldar a su coordinador y presidente de la Jucopo, salvo una docena que seguramente son el ala disidente en la fracción sin duda alguna encabezada por el ex presidente del Senado, Martí Batres. Veremos que sigue en la disputa ya abierta entre radicales y moderados en la que, mientras en el partido y el gobierno ganan los de la izquierda más dura, en el Senado siguen imperando los negociadores…Los dados mandan Serpiente doble. Semana negra.