Quien ha corrido más de un maratón sabe que nunca una carrera es igual a otra, y la edición número 40 del Maratón de la Ciudad de México, que se corrió el pasado domingo, fue única: un atleta boliviano, ex taxista, sin patrocinio de marcas oficiales reconocidas a nivel internacional, sin el suficiente ni debido apoyo de las autoridades gubernamentales correspondientes, pero con un gran talento, y una fuerza y ritmo contundentes, no solo ganó el maratón, rompió el récord histórico y la hegemonía de los africanos, sino que también se convirtió en inspiración para muchos corredores.
Fue un placer ver a un corredor latinoamericano ganar el maratón de nuestra ciudad y aunque para muchos, el triunfo de Héctor Garibay Flores, originario de Oruro, Bolivia, fue una sorpresa, el boliviano es uno de los atletas más destacados de su país. Garibay hizo un tiempo de 2 horas, 8 minutos y 23 segundos, y lo hizo tan entero y sonriente, como si los 42.195 kilómetros que acababa de correr no hubiesen sido nada y además rompió la marca que ostentaba el keniata Titus Ekiru de 2:10:38.
Su fuerza y su espectacular cambio de ritmo pasando el medio maratón fueron tan contundentes que a partir de ese momento tomó la delantera para, después correr en solitario, dejando atrás a los keniatas Langat (2:11:16), y Kiprop Kiptoo (2:11:15). En la femenil, el duelo se mantuvo entre las kenianas Celestine Chepchirchir y Maurine Chepkemoi. Pasaron juntas el kilómetro 35 y a partir de ahí la competencia fue feroz. Ya en los últimos metros Chepchirchir tomó ventaja y cruzó la meta con una marca de 2:27:17. Chepkemoi, por su parte, finalizó con 2:27:37, y Judith Jerubet, en tercer lugar, con 2:30:51.
En cuanto a los mexicanos, los primeros en terminar el maratón fueron Tirzo Efraín Reséndez (2:19:53) e Isabel Guadalupe Oropeza (2:41:13). Ambos cruzaron la meta en séptimo lugar en sus categorías.
Así la mañana nublada del domingo, con toda la frescura que trajo la lluvia fina de las seis de la mañana, puso el clima ideal para que los 30 mil corredores amateurs arrancaran con todo su entusiasmo y sus ganas para que la gloria de correr y terminar un maratón fuera también para ellos. Estas miles de historias hicieron del evento un homenaje a la fuerza de espíritu y la voluntad humana, esa que más que en las piernas o en el cuerpo, se aloja en el corazón y nos permite vencer cualquier obstáculo, incluidos, nuestros propios límites.
Ellos se prepararon durante meses para correr tres, cuatro o cinco horas. La gran mayoría nunca ha ganado una carrera, ni la ganará nunca, y tampoco les importa si estos días les duelan las piernas al subir o bajar escaleras o tienen ampollas y uñas negras. Saben que estas molestias durarán sólo unos días, pero la satisfacción de cruzar una meta será para toda la vida. En fin, este maratón ya es historia, una experiencia única, que estará siempre en sus corazones.