El presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo dos tipos de reacciones ante
los comentarios que el jueves pasado hizo su excolaborador de seguridad,
Manuel Espino Barrientos, sobre un presunto “plan de pacificación” para el país
que consistía en sentar y dialogar con los principales capos del narcotráfico en
México para pactar con ellos un “acuerdo de paz”. Primero, desde su
conferencia mañanera del viernes, el mandatario negó la existencia de diálogo
o pactos con el crimen organizado; pero luego, apenas unas horas después se
fue a Badiraguato y, sin permitir el acceso a la prensa nacional y local que le
acompaña, sostuvo reuniones privadas en el municipio cuna del narco
sinaloense.
“Tanto la llamada delincuencia organizada como de cuello blanco, no hay
ningún acuerdo, ningún pacto, está bien pintada la raya, la frontera. Una cosa
es la autoridad y otra cosa la delincuencia”, dijo López Obrador horas después
de que el excomisionado de Protección Federal en su gobierno, Espino
Barrientos, asegurara que él mismo dialogó con al menos dos grupos del narco
que le respondieron que sí aceptaban el plan de paz que él mismo le presentó
al secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Pero las críticas y suspicacias que desató su cuarta visita a la tierra de Joaquín
“El Chapo” Guzmán, de Rafael Caro Quintero y de Ismael “El Mayo” Zambada,
dejaron claro que hay una parte de la opinión pública y de redes sociales que
no le cree a López Obrador cuando dice no tener ningún tipo de pacto o
acuerdo con el narcotráfico. Primero, porque su política de seguridad, de
“Abrazos, no balazos” parece justamente una estrategia que tolera, defiende y
no confronta a los grupos armados del narco; y segundo porque el mismo
discurso de defensa y “respeto” a los derechos de los criminales, así como sus
decisiones como la liberación de Ovidio Guzmán y sus frecuentes visitas a
Badiraguato despiertan todo tipo de interpretaciones.
En todo caso, Manuel Espino no es el primer integrante de la 4T que intenta
“dialogar” con los grupos armados del crimen organizado. Antes de que el
comisionado de seguridad federal lanzara su idea de un “plan para la
pacificación” y que entrara en contacto con al menos dos cárteles a través de
emisarios y enviados, en 2019 el subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta,
se reunió con presuntos grupos de autodefensa tanto en Guerrero, como en
Michoacán y en Tamaulipas. Entre los grupos con que se entrevistó Peralta
estuvo la Columna Armada “Pedro J. Méndez”, en Tamaulipas, cuyo dirigente
Octavio Leal Moncada hoy está preso por vínculos con el narcotráfico.
Aquellos contactos del subsecretario de Gobernación con supuestos
autodefensas que en realidad eran brazos armados del narcotráfico, generaron
una fuerte polémica al confirmar la entonces titular de Segob, Olga Sánchez
Cordero, que sí se llevaba a cabo ese diálogo y que los grupos armados con los
que se habían reunido aceptaban detener la violencia, deponer las armas y
buscar la paz. Fue tal el revuelo por esas declaraciones de doña Olga, que
primero la dependencia precisó en su cuenta de Twitter que “no se trata de
dialogar con el crimen organizado, sino con auténticos grupos de
autodefensa”, y horas más tarde el presidente López Obrador, desde su
mañanera desconoció y desautorizó al subsecretario Peralta y sus “diálogos”
con grupos armados. “Ya se le pidió (a Peralta) que se apegue a la
Constitución”, dijo el mandatario al deslindarse de esas reuniones.
Luego, además de la propuesta de Manuel Espino, que el secretario de
Gobernación, Adán Augusto, ya reconoció haber recibido de manos del
exfuncionario de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, hay otro
caso de un empresario que hizo de “intermediario” o “negociador” entre el
gobierno de López Obrador y organizaciones del narcotráfico. Se trata del
empresario tamaulipeco, asesinado en noviembre de 2021 en Monterrey,
Nuevo León, Sergio Carmona Angulo.
Antes de morir, Sergio Carmona había revelado a personas cercanas suyas que
estaba “sosteniendo reuniones con cabezas del narco” para tratar de negociar
“acuerdos de paz” entre los distintos cárteles. Fuentes que se lo escucharon
decir al propio empresario asesinado, aseguran que Carmona decía ser un
“enviado de paz” del gobierno federal y aseguraba haber recibido un encargo
directo de un general retirado del Ejército que hoy ocupa una posición de
primer nivel en la inteligencia federal.
“El general me llamó y me pidió que buscara a los capos grandes. Ya me reuní
con uno de ellos y estoy buscando a otro”, le dijo Carmona a amigos y
colaboradores suyos semanas antes de morir asesinado en una barbería de San
Pedro Garza, en una ejecución impecable, de la que no hubo ni videos, ni
grabaciones de seguridad y que hasta ahora no tiene avances en su
investigación. Una de las personas que habló con él de ese tema le llegó a
decir que no se metiera en esas cosas porque peligraba su vida, pero él insistía
que todo lo hacía “con el conocimiento de mi general”, de quien decía haber
recibido el supuesto nombramiento de “enviado de paz”, del que tenía incluso
una especie de credencial.
Luego entonces, ¿hay o no hay una intención gubernamental o militar de
buscar acuerdos o negociaciones de paz con el crimen organizado? Si nos
atenemos al presidente López Obrador y a su discurso, no lo hay; pero si
revisamos las acciones, actitudes y mensajes del mismo presidente y de su
administración, la cosa ya no es tan clara. En todo caso, habría que pensar que
los que se promovieron como “enviados de paz”, tanto Peralta primero como
Espino después y hasta el eliminado Carmona, lo hicieron como una
“ocurrencia” o motu propio, pero al final, salvo el caso del empresario Sergio
Carmona, los otros dos hicieron contactos y dialogaron con grupos criminales
ocupando una posición de este gobierno.
NOTAS INDISCRETAS…
Para que no queden dudas de quién fue la idea de que Adán Augusto saliera
de gira a nivel nacional, con el pretexto de “promover la aprobación de la
reforma militar” en los Congresos locales, el presidente López Obrador anunció
el pasado viernes que aunque ya se cumplió el objetivo de esa gira, al
aprobarse dicha reforma constitucional en 17 congresos de los estados, el
secretario de Gobernación seguirá recorriendo los 15 estados que aún faltan
por votar la reforma al 5to. Transitorio, aun cuando su votación ya sea
intrascendente. Y aunque dijo que la intención de que su paisano López
continúe y termine su recorrido nacional es “para exhibir a los Congresos que
faltan y ver cómo votan la reforma”, la realidad es que el presidente quiere que
Adán Augusto siga promoviendo y posicionando su imagen con sus
declaraciones y cuestionamientos a los gobernadores, opositores y hasta al
expresidente Felipe Calderón. Es decir, queda más que claro que todos los
escándalos que ha montado el titular de Gobernación, que pasó de pronto de
ser dialoguista y conciliador, a volverse un estridente golpeador político contra
la oposición, son parte de una estrategia política para que la “corcholata”
menos conocida suba sus niveles de conocimiento a nivel nacional y lo
conozcan cada vez más mexicanos. Y todo eso fue ideado por López Obrador y
ejecutado lealmente, por su hermano tabasqueño…
Las declaraciones recientes de los ex presidentes Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, sobre los malos resultados económicos de los gobiernos de América Latina y sobre la caída de las economías de la región, incluida la de México, y el aumento de la pobreza que se observará entre 2015 y 2025, desató la furia del presidente López Obrador que primero dijo que “no le importan” las críticas de los ex mandatarios pero terminó lanzándose contra uno y otro, cuestionando a Zedillo de “no tener vergüenza” por haber heredado el Fobaproa y la crisis de 1995 a los mexicanos, y a Calderón por los pactos que hizo con el narcotráfico su secretario de Seguridad, Genaro García Luna. Luego, tras el presidente fueron todos los secretarios del gabinete y los ideólogos y operadores de la 4T, los que siguieron fielmente la indicación del presidente para lanzarse también a cuestionar y hacer una campaña en redes contra los dos ex presidentes que opinaron en un foro económico en Madrid, España. Que desde Palacio Nacional y el gabinete, incluso desde los bots y cuentas falsas de la 4T se ataque a Calderón es algo normal y cotidiano en este gobierno, pero la andanada contra Ernesto Zedillo sí llamó la atención porque hasta ahora López Obrador siempre mantuvo cierto respeto por el ex presidente que lo apoyó y lo ayudó a encumbrarse políticamente desde Los Pinos. Es cierto que AMLO siempre fue crítico del Fobaproa, tema del cual incluso escribió un libro, pero también es cierto que cuando era dirigente nacional del PRD, primero y luego como candidato a Jefe de Gobierno en el 2000, el político tabasqueño siempre tuvo línea abierta a Los Pinos y que su interlocutor siempre fue el secretario particular Liévano Sáenz. ¿O ya se le olvidó al presidente cómo fue que pudo ser candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México sin cumplir el requisito de residencia efectiva en la capital del país?. Los dados abren semana con Serpiente. Mal augurio.