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miércoles, diciembre 4, 2024

LA CAIDA DE EVO Y EL EJE SOCIALISTA LATINOAMERICANO

La efervescencia política de las últimas semanas en Sudamérica cobró ayer su primera víctima: Evo Morales, el presidente de Bolivia que intentó forzar su cuarta reelección en los comicios presidenciales del pasado 20 de octubre, con un triunfo que fue denunciado como “fraude escandaloso” por sus opositores, dimitió, en medio de agitadas protestas populares y después de que la policía nacional se le reveló y que los altos mandos del Ejército boliviano le sugirieran públicamente “renunciar a su mandato presidencial permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad”.

La caída de Morales, que llevaba ya 14 años en el cargo y buscaba reelegirse por otros seis años hasta 2025, significa un revés para el llamado “Eje Socialista” latinoamericano. Lo que no ha podido hacer Estados Unidos en Venezuela, con el intento de derrocar a Nicolás Maduro, ni pudieron hacerlo los campesinos sublevados en Ecuador contra Lenin Moreno, ni los jóvenes chilenos que se han levantado en contra del gobierno de Sebastián Piñera, lo hizo la oposición boliviana en tres semanas de protestas y revueltas apoyadas por la derecha y que lograron primero el apoyo de la policía y después la presión del Ejército que fue decisiva para que Evo decidiera dimitir.

Paradójicamente la caída de Evo se produce 10 días después de la victoria del peronista Alberto Fernández en Argentina y apenas 48 horas después de que el ex presidente brasileño Luis Inacio Lula Da Silva fuera liberado de una prisión en Curitiba, dos hechos que, junto con la visita a México del argentino Fernández y su reunión con el presidente Andrés Manuel López Obrador, fueran interpretados como un fortalecimiento de un nuevo “Eje socialista” en la región latinoamericana, algo que en Washington no sólo ven con recelo sino con molestia y preocupación.

Y como en este intento de realineamiento de la izquierda continental México está jugando un papel clave incluso de liderazgo y su política exterior está orientada a la promoción y solidaridad con los gobiernos izquierdistas en la región, ayer el gobierno mexicano también recibió como una “afrenta” la dimisión obligada de Evo Morales. El canciller Marcelo Ebrard había intervenido durante el fin de semana apoyando la convocatoria a nuevas elecciones que había hecho el gobierno de Evo y que el presidente López Obrador había calificado como “un triunfo de la democracia” pronunciándose contra “acciones autoritarias” en un video que difundió desde Bacalar, Quintana Roo.

Pero después de que el Ejército se pronunció sugiriendo la renuncia a Evo Morales, las gestiones mexicanas para convocar a nuevas elecciones fracasaron totalmente. Por la noche, el gobierno de México rechazó el golpe de Estado y ofreció asilo al depuesto presidente que intentó salir de su país en un avión oficial, pero no pudo hacerlo porque varios países vecinos le negaron el permiso para sobrevolar su espacio aéreo. El canciller Ebrard decía que México está dispuesto a recibir en calidad de asilado a Evo y confirmaba que 20 ex colaboradores cercanos del mandatario boliviano ya dormían anoche en la embajada mexicana en la paz en calidad de refugiados políticos.

El propio López Obrador se pronunció ayer por la noche y reconoció como “un acto responsable” la decisión de Evo de dimitiera a la presidencia para evitar exponer a su pueblo a la violencia. El presidente dijo que hoy su gobierno fijará una postura más amplia sobre el tema, pero de entrada anoche el ánimo en la administración lopezobradorista era de total respaldo al caído presidente y de rechazo a las presiones militares que recibió para que dimitiera.

Veremos en que termina el caso boliviano y como impacta los esfuerzos por impulsar una nueva alineación de países latinoamericanos, a la que el presidente argentino Alberto Fernández llamara desde México “el nuevo eje progresista” que pidió construir “de norte a Sur, no para molestar a nadie sino para lograr la igualdad social en la región”. Y está claro que el gobierno del presidente López Obrador quiere liderar ese nuevo eje que sí molesta a Estados Unidos y que ayer sufrió un duro revés con el primer presidente indígena de Bolivia que intentó su cuarta reelección y terminó siendo obligado a dimitir.

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